
Quito, Ecuador
El escritor ruso Varlam Shalámov, que pasó veinte años en Kolimá, un campo de trabajo soviético ubicado en Siberia, escribió el ciclo narrativo Relatos de Kolimá, en el que relata su experiencia de preso político en un medio controlado por los delincuentes comunes. El último tomo del ciclo está compuesto por ensayos sobre el mundo del hampa.
Shalámov inicia estos ensayos criticando la falsa imagen de los hampones difundida por los escritores soviéticos, quienes, como desconocían la realidad del crimen, presentaban una imagen romántica de los criminales, lo mismo que en nuestros tiempos hacen las narcotelenovelas, biografías y novelas sobre los “patrones del mal”.
Su crítica se dirige también a los pedagogos que, como Makarenko, defendían la posibilidad de reeducar a los miembros de la casta criminal, siendo que estas ideas eran motivo de mofa para los hampones, quienes “bajo (su) protección (lograron) salvar a sus cuadros y consolidar su situación”.
Según Shalámov, los criminales dividen a la sociedad en dos mundos: el del hampa y el de los que no pertenecen a ella: los fraier, sobre quienes se arrogan el derecho a engañar, robar, asesinar, extorsionar y ponerlos a trabajar a su servicio. Los bienes de los fraier son el botín de guerra de los hampones.
Un hampón es, para el autor, alguien que ha dejado de ser humano, pues no puede seguir llamándose así a quien es capaz de cortar el cuello de una persona con una sierra de dos mangos mientras aún está viva. Matar, robar, violar son conductas que no provocan ningún sufrimiento anímico a los hampones, pues estos se ubican “más allá de la moral de los hombres”.
¿Está equivocado Shalámov en sus apreciaciones? ¿Está exagerando? Probablemente no, pues la humanidad de alguien no está dada solo por su pertenencia a la especie humana, sino por su capacidad para integrarse de manera positiva en la comunidad en la que vive: la polis. Si no me equivoco, fue Fernando Savater quien dijo que las personas tienen un doble nacimiento: uno biológico y otro, cultural, pero los criminales han creado una cultura que los deshumaniza y que les permite actuar con las personas que no pertenecen a su mundo como si estas tampoco fueran humanas.
Los hampones están en contra de la comunidad política, y, como sostiene Shalámov, se oponen a todos los poderes existentes. Pero el escritor ruso dice algo más, algo que es la clave de la relación entre la sociedad y el mundo de los hampones, y esto es que “Toda psicología criminal se construye sobre la antiquísima, secular observación de los hampones según la cual su víctima no hará, ni se le ocurrirá hacer, aquello que con toda tranquilidad y sin miramientos, cada día, cada hora estará encantado de hacer un ladrón”.
No, las víctimas no devolverán el golpe al delincuente. Esperan que lo haga el Estado, pero el Estado actúa contra los miembros del mundo criminal como si formaran parte de la comunidad política, cuando, desde que eligieron irse en su contra, dejaron de pertenecer a ella. La guerra contra el hampa, el crimen organizado o cualquiera que sea el nombre que se le quiera poner, es una guerra entre dos mundos. No entender esto nos está costando demasiado caro.
