Milei y su frontal intervención en la ONU

Emilio Morocho Abad

Guayaquil, Ecuador

Con motivo de su agenda internacional, el presidente argentino Javier Milei viajó a la ciudad de Nueva York, donde protagonizó uno de los momentos más importantes de su gobierno: tocar la campana de la Bolsa de Valores de dicha ciudad.

En este evento, donde las banderas argentinas coparon el lugar, incluso en los exteriores, la atención estaba dirigida al líder de una corriente mundial llamada “lucha por las ideas de la libertad”. Este momento se torna significativo ya que la última vez que un presidente argentino fue el centro de dicho evento fue hace 35 años, cuando el invitado de honor fue el entonces presidente Carlos Menem.

Esto se suma a su intensa campaña de posicionar a la nación argentina en el mundo, buscando su ideal de volver a ser una potencia mundial tras el declive provocado por más de 20 años de populismo colectivista en el país.

Ahora bien, este momento tan trascendental fue contrastado por su frontal discurso en las Naciones Unidas. En esta intervención, el jefe de Estado pudo destacar las razones por las que aplaude la gestión histórica de la ONU, pero también hizo un fuerte análisis de las acciones de tintes socialistas y contradictorios que esta organización ha tomado en los últimos años, las cuales detallo a continuación.

Las contradicciones que ha manejado este organismo, aunque pocas según Milei, demuestran una fuerte incoherencia en su concepto. Tal es el problema que, en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, son miembros dos países cuyas dictaduras violan frontalmente estos principios, y, sin embargo, se les otorga el lujo de sentarse a tomar decisiones por el “bien” de las demás naciones. Como dijo el presidente Milei: “(…) han permitido el ingreso al Consejo de Derechos Humanos a dictaduras sangrientas como las de Cuba y Venezuela sin el más mínimo reproche”.

Es notorio que, durante 60 años en Cuba y más de 20 en Venezuela, estos gobiernos no han hecho más que perseguir con todas sus fuerzas a aquellos que piensan distinto o simplemente consideran que la libertad y la democracia real son el camino que su país debe seguir. Lastimosamente, en busca de este ideal, muchos terminan obligados al exilio para poder sobrevivir.

Asimismo, dijo lo siguiente: “(…) En esta misma casa que dice defender los derechos de las mujeres, permite el ingreso al comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer a países que castigan a las mujeres por mostrar la piel (…)”. Esto hace referencia a que, en los últimos años, producto de la incesante corriente feminista, las Naciones Unidas han abrazado esta iniciativa, que en realidad no busca la igualdad de condiciones, sino la supremacía de la mujer sobre el hombre. Al crear este comité, su trabajo era claro: eliminar la discriminación. Sin embargo, como lo menciona el presidente y en honor a la lógica: ¿qué hacen en ese comité los países que más discriminan a las mujeres? Aquellos donde solo se les permite descubrir los ojos, y a veces ni eso, ya que lo consideran ofensivo. En resumen, en tiempos modernos, son países cuya discriminación se encuentra solapada.

Esto solo por citar dos grandes contradicciones que han caracterizado a las Naciones Unidas en su devenir de los últimos años. Ahora bien, pasemos al análisis de otra parte del discurso, en el que se evidencia que la Agenda 2030 no es más que un proyecto global cuyo propósito principal es avanzar hacia las ideas del socialismo, y que, con las “mejores intenciones”, al final solo terminan siendo propuestas colectivistas que ignoran los derechos a la vida, la libertad y la propiedad de los individuos.

Abordar todos los puntos de este discurso implicaría un texto largo que difiere de la idea central de un editorial. Es por eso que, en base a lo citado, podemos llegar a las siguientes reflexiones:

Las Naciones Unidas deben retomar su rumbo, centrado en el mantenimiento de la paz, y no en la planificación de un orden mundial que atente contra la autodeterminación de los pueblos, el comercio libre y las sociedades liberales, aquellas que creen en el orden espontáneo de los individuos, la menor injerencia del Estado y el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo.

La influencia del colectivismo en estos últimos años ha traído como consecuencia la pérdida de principios en la sociedad, afectando a quienes alzan su voz contra el próspero emprendedor y la bajan frente al dictador que se hace llamar “defensor de los derechos de todos”.

Por último, es importante recordar que cuando un organismo, por más grande que sea, nos diga que planificar la economía es la vía para prosperar, debemos entender que una economía planificada es irrealizable. Las sociedades prosperan gracias a la acción de los individuos, la cual es, en esencia, impredecible y, por lo tanto, imposible de planificar.

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