
Guayaquil, Ecuador
Hace pocas semanas defendí la importancia del comercio, tanto la importación como la exportación, en respuesta a los productores de maíz y otros bienes que no quieren competir y prefieren mantener sus privilegios y altos precios, perjudicando así a todos los ecuatorianos.
Otra razón importante para rechazar este proteccionismo es que no considera las exportaciones. Es cierto que importar maíz podría hacer perder algunos puestos de trabajo a nivel nacional, pero se olvida que cada trabajo perdido por esta competencia puede recuperarse en alguna industria de exportación.
Si conseguimos productos agrícolas y alimentos más baratos de otras partes, nos beneficiaríamos de más opciones, mejor calidad y precios más bajos. Los trabajadores de esas industrias ineficientes, que no están en capacidad de competir, quedarían libres para incorporarse a industrias y proyectos que antes no podían realizarse.
Además, con un costo de vida más bajo, los ecuatorianos obtendrían un ahorro que podrían gastar en otros bienes, lo cual aumentaría la demanda en diversas industrias. Estas, a su vez, empezarían a requerir más trabajadores para expandir su producción.
No existe justificación para restringir el intercambio, ya sea nacional o internacional; este nunca es perjudicial. Si una de las partes considerara que el intercambio le afecta, se limitaría a rechazarlo, y la prohibición que nos impone el gobierno no sería necesaria. Y si ambas partes consienten en que el intercambio se produzca, ¿qué derecho tendría un tercero para prohibirlo? Prohibir la importación a los ecuatorianos equivale a negar su madurez mental, pues presupone que son como niños sin sentido común ni derecho a participar en un contrato.
Para facilitar la producción nacional, aumentar la competitividad de las industrias y generar empleo local, es necesario tomar medidas que permitan a los productores e industrias adaptarse mejor a las cambiantes situaciones del día a día. Se deben eliminar la mayor cantidad de impuestos que afectan al libre comercio, como aranceles, IVA, Impuesto a la Salida de Divisas e Impuesto a los Consumos Especiales. Por supuesto, también se debe modificar de una vez por todas nuestro rígido Código Laboral.
No importa cuán extrema sea la situación; los alegatos proteccionistas son inapropiados e injustos. El desprecio hacia los importadores está injustificado: su trabajo representa un beneficio. Los importadores deben ser tratados como los grandes benefactores que son.