Quito, Ecuador
La Constitución de Montecristi es uno de los monumentos al fracaso, la corrupción y un modelo caduco del chavismo correísta que pone trabas a la inversión privada, evita el desarrollo y se quedó en el tiempo como un poema de un país ficticio. Es una Constitución estorbosa a los jóvenes y a los que buscan un desarrollo y libertad.
Hoy el mundo enfrenta una crisis de sequía sin precedentes. La energía en todo el planeta cuesta más y el agua se vuelve más vital. El tema es que la ideología de izquierda que gobierna Ecuador desde su anticuada legislación y trabas sociales que crea una dictadura social impuesta por esta ideología, evita que los gobiernos democráticos avancen en sus agendas por una pesada piedra que viene desde el 2008.
Cuando un grupo de trasnochados quisieron inventarse el agua tibia por teléfono y colocaron, con eufemismo a la dictadura que Rafael Correa quería instaurar, el mal llamado “Buen Vivir” que implicaba que el secretario Freddy Ehlers se pasara abrazando arbolitos o hacer yoga en los ministerios, volvió al ecuatoriano vago y cómodo a merced del Estado y volviéndolo incapaz de razonar por sí mismo y afrontar las crisis con iniciativa.
El problema es que esta comodidad también acostumbró (mal acostumbró mejor dicho) al grupo privado también a esperar todo de un Estado y se olvidaron que su mayor virtud es el de producir.
Hoy, gracias a la ausencia de Rafael Correa, la gente, recién despertó, aunque aletargada, de la fantasía de Montecristi y descubrió que debe trabajar, producir y hacer las cosas por sí misma. Este es una buen ejercicio pero debe entender que todavía hay un largo camino. A la mafia ligada a la Revolución Ciudadana no sólo se la combate con armas hacia sus aliados sociales como los cárteles y las mafias y metiendo presos a sus financistas sino con estrategia social, de mejorar lo que hicieron con todo lo que ellos no representan: valores sociales, trabajo honesto, solidaridad, unión y fuerza.
El modelo de país es hacia los conflictos y oportunidades del mundo actual. La inversión privada hacia un verdadero cambio de matriz energética es la clave. Ecuador tiene en sus manos reducir la burocracia interna, evitar trámites para la llegada de inversión y encaminarse a ya no un blindaje nacionalista sino de apertura económica y comercial.
El BID ve en el país esa gran oportunidad que por desgracia se nos abre en tiempos de crisis. Pero esos sacudones nos hacen pararnos en la vida real y evitar ver en el político un ser superpoderoso.
Actualmente abundan los populismos y Ecuador debe distanciarse de la política criminal que engloba a la Revolución Ciudadana o del lado de un falso centro que no toma partido alguno. La lucha cultural ya la ganó la derecha liberal y es un gran paso, pero ahora hay que evitar que el socialismo o el “progresismo” boicoté la democracia.
El último resquicio del Socialismo del Siglo XXI en el país es el mamotreto de Montecristi que mantiene un estado ineficiente y obeso y organismos como CELEC que son la antesala de la corrupción. Ecuador requiere una economía más liberal y tomar decisiones más drásticas.