Guayaquil, Ecuador
Las consecuencias pueden ser funestas. Parte de la confusa situación política del país se origina en una mala selección del presidente Noboa Azín. Su error le causa uno de los mayores problemas que puede tener un presidente: no confiar en quien lo debe reemplazar cuando falte. Hace todo lo posible para evitar que la vicepresidenta asuma el mando cuando se vea obligado a encargar la presidencia con motivo de la campaña para su relección. ¿Debe hacerlo? Vamos por partes:
En primer lugar, la discusión es si se trata de una reelección habida cuenta de que fue electo para completar el período del presidente Lasso. Puede interpretarse como que, si la Constitución manda que el período presidencial es de cuatro años, esta norma da lugar a afirmar que Daniel Noboa puede optar por ser elegido para un periodo completo de cuatro años y que, no tratándose de una reelección de periodo completo, no está obligado a encargar el poder.
En segundo término, el presidente no confía en quien lo puede suceder. Teme que desbarate lo que él ha hecho porque las declaraciones y actitudes de la señora así lo hacen suponer. Esta puede ser la verdadera razón para no encargarle la presidencia. No la ha tratado bien, la ha enviado a misiones imposibles y casi ridículas como trabajar por una paz que ni las grandes potencias consiguen. La ha convertido en víctima, pero esto no agrega un adarme a las capacidades de la persona.
La Constitución no dispone que el presidente debe encargar el poder. Esta obligación está en una norma de inferior jerarquía. Parte del supuesto de que el presidente usará el poder para hacer campaña electoral y ser reelegido, lo cual le da una ventaja injusta sobre los demás candidatos. Somos más vivos que la misma “sapada” y suponemos que encargar el poder lo priva del mismo. Este supuesto es una especie de antinomia. Después de la campaña, retomará su cargo porque no ha dejado de ser presidente.
En la democracia republicana más antigua y eficiente del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, los presidentes hacen campaña para su reelección y siguen en funciones de primeros magistrados. Es casi una costumbre que sean reelegidos y esto hace que el periodo presidencial dure ocho años, sin que el mundo se acabe. Al contrario, le otorga al mandatario el tiempo suficiente para hacer una buena gestión.
En nuestro país se ha discutido mucho sobre el tiempo de duración de los presidentes de la República. Unos dicen que cuatro años son muy poco tiempo pues el primer año se va en tanteos y conocimiento de la función pública. El último año es el del “pato cojo”, especialmente en el segundo semestre cuando ya piensan en el que vendrá y los altos burócratas no amparados por la estabilidad legal empiezan a buscar cómo se acomodan en el próximo gobierno. Cuestión de supervivencia. O sea que el tiempo real de la presidencia es más o menos un período de treinta meses. ¿Poco?
Todo esto me induce a pensar que, a pesar de los juicios previos, el presidente Noboa no encargará el poder a la vicepresidenta. Y quedará en nosotros la decisión de votar por él.
Redoble por Juan Ignacio Vara. Sacerdote cuya predicación inteligente de la Palabra fue testimonio de una vida santa.