La viveza criolla

Desde el jueves 8 de octubre de 2014 se aplica una tasa de 42 dólares para los envíos del exterior en el sistema 4x4. Foto: Archivo/Andes

Leonard Quinde

Guayaquil, Ecuador

Varios medios de comunicación se han hecho eco de lo “terrible” que es la viveza criolla. Esto a raíz de que, tras la decisión arbitraria del Gobierno de crear un nuevo impuesto que penaliza el comercio bajo la modalidad 4×4, muchos ecuatorianos han optado por buscar otras alternativas para acceder a los productos que evidentemente desean con insistencia.

Ante este escenario, considero necesario preguntarse: ¿cuál es el supuesto crimen que cometen estos ecuatorianos? Eludir el pago de un impuesto. Y lo cierto es que ni siquiera se trata de un verdadero ahorro de recursos, pues —como saben quiénes han enviado paquetes desde el exterior o han preguntado a sus familiares por los costos— esos envíos distan mucho de ser baratos.

Es posible que muchos ecuatorianos están recurriendo a sus familiares para que les ayuden con los envíos, y posiblemente son ellos quienes terminan asumiendo esos costos, más accesibles para quienes viven en países más capitalistas. Resulta difícil imaginar que alguien se esté haciendo millonario con este tipo de transacciones, argumento que, sin embargo, fue esgrimido para justificar el nuevo atraco impositivo.

Dicho sea de paso: ¿cuál era el problema de que alguien pudiera hacerse millonario a través del intercambio libre y voluntario entre individuos? Pues, una vez más, que no estuviera pagando impuestos. Porque, al parecer, es un pecado encontrar la manera de generar riqueza satisfaciendo las necesidades legítimas de los ecuatorianos sin entregarle una tajada al Estado.

Y ojo: me gustaría que esa visión fuera exclusiva de los políticos, beneficiarios directos del expolio legalizado, pero no es así. Lastimosamente, la sociedad en su conjunto —empresarios incluidos— suele ver como un gran pecado que alguien más se enriquezca sin “respetar las reglas del juego”. En lugar de cuestionar esas reglas, se cuestiona a los jugadores que han encontrado una forma más eficiente de llevar a cabo su proyecto de vida.

Y creo que precisamente ahí radica el problema generalizado de nuestras élites ecuatorianas: han dejado de liderar los cambios sociales y normativos para convertirse en actores serviles y obsecuentes al poder, incluso en contra de sus propios intereses. La verdadera postura empresarial debería consistir en preguntarse: ¿cómo está logrando alguien generar riqueza de manera legítima sin dejarse aplastar por la bota del Estado? ¿Qué podemos hacer para parecernos más a él? ¿Qué podemos hacer para que el sistema se asemeje al que le permite prosperar?

¿Por qué se señala a esos emprendedores informales como el problema, cuando el verdadero problema está en las reglas que todos se obligan a respetar? En todo caso, ¿qué impediría a cualquiera de esos empresarios actuar como uno de esos emprendedores y generar tanta o más riqueza? ¿Qué tendría de malo?

Quizás alguno, en un intento de sentirse moralmente superior, diría que “la ley es la ley” —aunque sea absurda, ilegítima o innecesaria— y que hay que cumplirla. Eso no sería más que aceptar una esclavitud autoimpuesta. Pero incluso en ese escenario, el modelo del emprendedor informal demuestra que las regulaciones y los costos artificiales y arbitrarios impuestos por los políticos —que él soporta a diario— no son tan necesarios como se les ha hecho creer y ese debería ser el cuestionamiento central.

El otro argumento que suele esgrimirse es la supuesta “protección” a la industria. Sobre esto, solo me resta enfatizar que la naturaleza misma de la empresa es competir por quién satisface mejor las necesidades de los consumidores.

Esa competencia nunca ocurre en igualdad de condiciones y, si existen condiciones artificiales que la distorsionan o perjudican, son esas condiciones las que deben eliminarse. No, en cambio, recurrir al monopolio de la fuerza estatal para eliminar a los competidores, lo cual, en mi criterio, constituye el verdadero ejemplo de viveza criolla.

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