
Quito, Ecuador
En 1939, el compositor mexicano Alberto Domínguez Borrás creó Perfidia, un bolero clásico que se ha convertido en un ícono de la música romántica latinoamericana. La canción captura el dolor y la desilusión de un amante traicionado, explorando el abandono, la deslealtad y la ruptura de las promesas de amor eterno. La letra describe la angustia de un hombre que busca desesperadamente a su amada, quien lo ha abandonado sin explicación, dejando tras de sí un vacío emocional. Este sentimiento sintetizado en el título Perfidia se mantiene presente en el argumento del filme, Una batalla tras otra, escrito, producido y dirigido por el realizador californiano Paul Thomas Anderson.
En el primer tercio de la película, el personaje de Perfidia Beverly Hills (Teyana Taylor), líder del grupo rebelde los 75 Franceses, especialista en liberar migrantes, encarna la esencia de la ingratitud amorosa descrita en la canción. Perfidia enamora y humilla al militar neofascista Steven J. Lockjaw (magistralmente interpretado por Sean Penn), manipulando sus emociones.
Más adelante, Perfidia seducirá a Pat Calhoun (Leonardo DiCaprio), con quien tiene una hija, pero eventualmente abandonará tanto esa relación familiar como sus propios ideales revolucionarios. De esta manera, la letra de esa canción no solo sirve como un eco temático, sino que se entrelaza con la estructura emocional y argumental del filme.
De esta forma, la copla y la película comparten una exploración de la vulnerabilidad emocional y las consecuencias de lo que para algunos podría considerarse infidelidad, mientras que para otros un anhelo de libertad.
Una alegoría de la polarización en Estados Unidos
En el segundo tramo del filme, han transcurrido 16 años y Pat ha logrado criar a su hija Willa (Chase Infinity) en la seguridad de Baktan Cross, una ciudad santuario que la resguarda de los fantasmas de su pasado. Willa, ahora adolescente, hereda el espíritu indomable y combativo de su madre, rebelándose con fervor contra las injusticias que la rodean.
Sin embargo, la amenaza se intensifica cuando Lockjaw, ascendido a coronel, despliega sus tropas hacia Baktan Cross para capturar a la familia, seducido por la promesa de un grupo de supremacistas blancos que ofrecen elevar su estatus. De ahí que el director profundice en un complejo entramado emocional tejido a través de una sátira, ambientada en un Estados Unidos profundamente dividido y polarizado.
Por momentos, la cinta evoca la intensidad distópica de Civil War (Alex Garland, 2024), mientras en otros se asemeja a los reportajes de los noticieros que exponen las penurias de los migrantes frente a los abusos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
A través del personaje de Lockjaw, Thomas Anderson dibuja una alegoría de la polarización actual en Estados Unidos, donde la ultraderecha ha intensificado su retórica y sus políticas antiinmigración, que alimentan un racismo sistémico. Propuestas como el controvertido Project 2025, impulsado por conservadores extremos, buscan desmantelar protecciones inmigratorias, eliminar referencias a la equidad racial en leyes civiles y promover deportaciones masivas.
Esto refleja los abusos reales del ICE, como el sufrido por la ecuatoriana Mónica Moreta, y una nueva ola de odio que califica a los migrantes como invasores, exacerbando las divisiones partidistas y una violencia de extrema derecha cada vez más frecuente. Bajo este prisma, esta sátira no solo evoca distopías como Civil War, sino que expone directamente cómo el racismo explícito en las campañas políticas y la influencia de grupos supremacistas en instituciones federales perpetúan brechas raciales y partidistas, convirtiendo la ficción en un espejo incómodo de una nación fracturada por el extremismo.
El amor paternal como motor de la historia
Sin embargo, en su tercer acto, la película se eleva por encima del caos político y social, revelando que su verdadero motor es el amor inalterable de Pat por su hija. La motivación del protagonista va más allá de cualquier ideal; se trata de una doble misión: protegerla del mundo exterior y, al mismo tiempo, de los fantasmas de su propio pasado, especialmente los que dejó Perfidia.
Así, el personaje de DiCaprio emprende un viaje de madurez emocional y autodescubrimiento. Cada batalla que libra se convierte en una lucha personal e íntima de un padre por recuperar a su hija. La relación entre Pat y Willa no es perfecta, pues ella ha heredado la rebeldía de su madre, lo que obliga a Pat a ganarse su confianza y demostrarle que su amor es legítimo. De esta manera, el filme muestra que la verdadera guerra no es contra los villanos externos, sino contra los demonios internos y las consecuencias de las decisiones pasadas.
Una batalla tras otra culmina con una de las secuencias de persecuciones automovilísticas más icónicas del cine reciente. La tensión es palpable, pues los autos de la cacería, con sus constantes apariciones y desapariciones en la carretera, crean un juego de suspenso e incertidumbre. Con una destreza extraordinaria, el guion del californiano orquesta una emboscada impecable: Willa abandona su coche tras una pendiente para que uno de los matones de la élite se estrelle. Oculta, saca un arma y lo remata. Segundos después, su padre llega a la escena.
En ese angustioso instante, la conexión entre ambos parece rota: Pat se acerca a su hija que luce terriblemente triste y confundida. Una vez más, él deberá ganarse su confianza, lo que subraya que esta epopeya es, en esencia, una lucha familiar donde el amor se enfrenta a la adversidad.
En última instancia, la obra de Paul Thomas Anderson ofrece una profunda lección moral sobre la redención y la fidelidad. El filme presenta el concepto de perfidia no solo como una deslealtad amorosa, sino como una traición a los ideales, la familia y a uno mismo. El largometraje expone que el caos social y político, los conflictos raciales y la polarización, podrían ser el resultado de esta deslealtad sistémica. Mientras el personaje de Perfidia Beverly Hills, sucumbe a su propio ego y elude responsabilidades, Pat Calhoun encuentra la redención paterna a través de la profunda devoción a su hija.

Así, la narrativa de la película propone que posiblemente el único antídoto real contra un mundo fracturado por el odio sea la honestidad y el amor genuino. Desde esta óptica, la ética de la cinta reside en su humanismo, recordando que las grandes batallas ideológicas solo pueden resolverse con acciones basadas en la lealtad y el sacrificio por aquellos a quienes amamos.