El escrutinio público

Por Hernán Pérez Loose

Se ha venido insistiendo desde hace un tiempo en la idea de que existen en la vida pública nacional ciertos asuntos y eventos que, por alguna razón aún no muy clara, son declarados un buen día como sagrados. Una de las consecuencias de esta declaratoria de sagrado al parecer sería que el debate y cuestionamiento sobre sus orígenes y efectos quedarían prohibidos. Estaríamos, en otras palabras, delante de una suerte de dogmas sobre cuya veracidad no cabe ni una duda.

A la lista de actos que se quiere que ingresen a esta suerte de Olimpo están las sentencias y decisiones judiciales que emiten nuestros juzgados y tribunales. Tal parece que basta que un juez o una corte expidan alguna decisión para que los ciudadanos tengan que aceptarla sin ninguna crítica o cuestionamiento. En el afán de convencernos de esta propuesta se ha dicho que en ninguna parte los medios critican o cuestionan las decisiones judiciales. Se ha señalado concretamente que en los Estados Unidos una vez que los jueces dictan sus decisiones a nadie, especialmente a la prensa, se le ocurre criticarlas.

Nada hay más alejado de la realidad. Los jueces y magistrados en su peculiar manera cumplen una función pública. Pensar que la ciudadanía no pueda cuestionar y criticar las decisiones judiciales es como decir que los debates parlamentarios para aprobar leyes están al margen del debate público, o que una vez que un cuerpo normativo es aprobado no pueda ser criticado públicamente, más allá del deber que tenemos de cumplir con sus disposiciones.

Por otro lado, si hay una nación en el mundo donde los procesos judiciales, incluyendo sus sentencias, son escrutados, criticados y hasta atacados es precisamente la nación estadounidense. Es pan de cada día, por ejemplo, que los fiscales sean criticados por los medios por lo que hacen o dejan de hacer en las investigaciones que conducen. De hecho estos funcionarios como representantes de la vindicta pública son elegidos democráticamente.

Las decisiones de la Corte Suprema sobre el aborto, derecho a la intimidad, libertad de expresión, garantías de los detenidos, prácticas antimonopolio o propiedad intelectual –no se diga las decisiones sobre conflictos políticos como el caso de la elección de George W. Bush– son decisiones que generan un cúmulo de cuestionamientos. Y lo mismo sucede con los tribunales de menor jerarquía.

No es una excentricidad de ese país el que en los salones donde las sesiones de los juzgados y cortes se llevan a efecto una buena parte del espacio está reservado para el público. La idea subyacente es que los ciudadanos tienen derecho a observar –y de paso aprender– cómo los jueces cumplen sus funciones, es decir, si sus impuestos están siendo usados apropiadamente.

No es difícil entender la reacción de rechazo que provocaría en ese país –como lo ha provocado acá– el que un juez se limite a firmar una sentencia preparada por una de las partes en base a un pen drive que le mandaron a dejar.

El texto de Hernán Pérez Loose ha sido publicado originalmente en El Universo.

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5 Comments

  1. Los regimenes dictatoriales, se construyen sobre dogmas absolutos e irrefutables. Contradecir sus manifiestos, es colocarse del lado de los contarevolucionarios, a los que hay que acabar aplicandoles todo el poder de Estado.
    El Gran Lider es quien encarna el ideal de todos los valores ciudadanos, una moralidad intachable, gran inteligencia, y en fín todas las cualidades de un héroe mitológico; tal vez su única debilidad, es su Gran Magnanimidad – esta se manifiesta en sus generosisimos indultos a sus enemigos –
    Entonces no puede haber división de poderes, este Gran Hombre es quién debe guiar a todos los estamentos sociales.
    Es imposible pues pensar, que una sentencia jurídica que le favorece, pueda der cuestionada por nosotros los ciudadanos de a pié, y peor aún por la » prensa corrugta »

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    El Gran Lider es quien encarna el ideal de todos los valores ciudadanos, una moralidad intachable, gran inteligencia, y en fín todas las cualidades de un héroe mitológico; tal vez su única debilidad, es su Gran Magnanimidad – esta se manifiesta en sus generosisimos indultos a sus enemigos –
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