Mi pie izquierdo

Por Martín Santiváñez Vivanco
@viejoreino

A raíz del escándalo protagonizado por Omar Chehade, la primera dama del Perú, Nadine Heredia, ha lanzado un ‘tuit’ desesperado, una especie de grito virtual que refleja la supuesta impotencia humalista: «¿Tan difícil es caminar derecho?», pregunta con rabia la primera ‘indignada’ de la nación.

Que la mariscala del humalismo se asombre ante los continuos excesos de los militantes de su gobierno es ‘de película’. Se trata, por supuesto, de una indignación fingida, tan falsa como las muecas y pucheros del presidente Humala cuando comparece ante la prensa extranjera usando el traje de demócrata dominguero.

La pareja presidencial —antes, durante y después de las elecciones— era plenamente consciente de la clase de cuadros que traía bajo el brazo para dirigir el timón de la República. Bajo el lema «Son dudas, no certezas» los periodistas e intelectuales que apuntalaron la victoria del humalismo juraron ante la Biblia defendernos de los excesos de un candidato golpista, dueño de un primer programa chavista y un discurso conciliador de cara a la galería.

Pues bien, hoy tienen la oportunidad histórica de pedir la mano dura que exigieron se aplicara, con toda justicia, a la corrupción fujimorista. La corrupción es el más grave de nuestros problemas, el cáncer de este país. Las reuniones de Chehade son sospechosas, por supuesto, pero forman parte de los continuos errores de este gobierno.

Allí dónde el humalismo ha metido la mano, todo empieza a tambalearse. El rediseño de la política exterior del Perú, obra del velasquista Roncagliolo, con purga de por medio, nos hunde una vez más en la insignificancia regional. La estrategia anti-drogas del cocalero Soberón es sinónimo de anarquía y claudicación. Y la táctica parlamentaria del humalismo, digna de la peor prepotencia fujimorista, debilita cada día más la confianza del pueblo en nuestras instituciones. Todo esto, tarde o temprano, pasará factura.

¿Tan difícil es caminar derecho? Sí, presidenta. Es muy difícil permanecer erguido cuando su partido no pasa de ser, en gran medida,una alianza de piedras en los zapatos, un pie izquierdo rebelde y resentido, un miembro gangrenado que busca reducir la pobreza agudizando las contradicciones, dividiéndonos hasta el hartazgo.

Los peruanos tenemos que construir el elusivo concepto de «inclusión social» sin destruirnos en el camino, sin apedrearnos ni acuchillarnos. Porque es más lo que nos une que aquello que nos separa. Por eso, para que el país avance de verdad, para que camine como un solo cuerpo, hace falta juzgar a los corruptos respetando escrupulosamente la ley, sin politizar los tribunales.

Hay que reformar el Estado, sanear la Justicia, dejar en paz a la prensa y asentar la libertad. La democracia jamás es sinónimo de venganza. Y la justicia es del pueblo, solo del pueblo, no de un sóviet camuflado, vieja camarilla de pie izquierdo con muchas, muchas ganas de patear.

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