¿Controles estilo Unión Soviética?

Por Juan Pablo Martínez
Washington D.C., Estados Unidos

Los nuevos impuestos aprobados el último mes de junio, presentados con portada ambiental, han reanimado algunos debates en el Ecuador. En dos recientes artículos, publicados en los diarios  El Universo y El Comercio, el analista Walter Spurrier argumentó que la razón de fondo por la que el gobierno impone estos impuestos es porque quiere decidir lo que las personas consumen. Spurrier llega inclusive a hacer referencia a la antigua Unión Soviética. ¿Será que estos impuestos nos acercan al modelo soviético?

Primero detengámonos para recordar el contexto de los impuestos. El primer tipo de regulación que se introdujo recientemente determina una serie de normas para evitar el sobrendeudamiento, principalmente hipotecario. Luego, presentados con etiqueta ambiental, el gobierno impuso cupos y aranceles para la importación de bienes que incluyen, principalmente, automóviles y teléfonos celulares. Hace dos semanas yo argumenté que presentar estos impuestos como ambientales era una ‘tomadura de pelo’ y que lo correcto sería saber cuál es su verdadera intención para poder proceder a analizar su pertinencia. El argumento que más se repite es que el verdadero objetivo de los impuestos es sostener la balanza comercial. Sin embargo, el analista Walter Spurrier nos muestra que la balanza comercial y las cuentas fiscales lucen bien, por lo que el objetivo de los impuestos debe ser otro: direccionar el consumo de los ciudadanos hacia donde el gobierno decida.

El famoso debate sobre hasta qué punto el Gobierno debe influir en las decisiones económicas de los ciudadanos es uno de los más interesantes que existe en el mundo de la política. ¿Son, como argumenta Spurrier, los nuevos impuestos y normas una intromisión del gobierno en estas libertades? La respuesta es no. Tanto en el caso de las regulaciones hipotecarias como en el de los cupos y aranceles a la importación no tiene sentido criticar las medidas como una intromisión a las libertades individuales. Pero vale hacer una aclaración importante: esto tampoco significa que las medidas sean las mejores, sino que el debate debe ser técnico y no moral.

Spurrier tiene razón en decir que aumentar las regulaciones a los préstamos hipotecarios afectarán la competitividad, pero ¿resulta lógico criticar que este tipo de medidas imposibilitarán que algunas personas accedan a hipotecas cuando es el mismo gobierno el que ha tomado medidas para que más ecuatorianos tengan acceso a estos préstamos? Todo lo contrario, es totalmente prudente que, a la par de tomar medidas para aumentar la oferta de créditos hipotecarios se tomen medidas para evitar que se pase a un nivel de sobrendeudamiento. Ahora bien, las medidas específicas tomadas por el gobierno pueden no ser las mejores, pero eso llevaría a un debate técnico, no a criticarlas por el principio de que regular afecta la competitividad y por eso no debe hacerse. Además, contar con una cartera saludable no es razón para no tomar medidas preventivas. La evidencia muestra que resulta conveniente sacrificar un poco de competitividad si esto ayuda a evitar futuras crisis.

En el caso de los cupos y tarifas a las importaciones el debate también debería ser técnico, sin embargo, es imposible que esto suceda si nos dicen que el objetivo de los impuestos es ambiental. Sin embargo, cabe aclarar que si los impuestos quisieran dirigir el consumo no sería malo como principio moral, sino que habría que revisar si es acaso la mejor manera de hacerlo.  La gran mayoría de países que han salido del subdesarrollo en las últimas décadas han regulado el consumo con el objetivo de redirigirlo hacia sectores estratégicos (recomiendo revisar el caso de Corea del Sur). Pero para que esto dé resultados se necesitan planes claros y transparentes que efectivamente permitan dicho direccionamiento. La transparencia, sin embargo, no es una virtud de nuestro actual gobierno.

En conclusión, la decisión sobre regular el consumo no debe ser una decisión de moralidad (ni para decir que los celulares son malos y las personas no deberían gastar dinero en ellos, ni para decir que el gobierno no debe meterse nunca en mis decisiones), sino de argumentos técnicos que muestren que la decisión es la mejor en términos económicos. Resulta sorprendente que Walter Spurrier, a quien personalmente considero uno los mejores analistas del país, termine haciendo referencia al modelo soviético cuando existen dos diferencias muy obvias: primero, este tipo de regulaciones sería un grano de arena dentro del conjunto de regulaciones soviéticas, y segundo, los soviéticos no enviaban señales ambiguas, sino claras, cuando tomaban medidas para redirigir el consumo de los ciudadanos.

* El artículo de Juan Pablo Martínez ha sido publicado originalmente en el blog Realidad Ecuador.

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4 Comments

  1. No es tan dificil afirmar lo que usted plantea como pregunta:

    El muchachito sigue las órdenes de mico-mandante; este obedece los lineamientos de la momia fresca…

    Y la momia vive con el engaño de la ex-union sovietica haciendole creer a los cubanos que esa su miserable realidad post-comunista es lo único que existe y asi es como tienen que vivir sus existencias…

  2. En mi opinión, los nuevos impuestos y normas SÍ son una intromisión del gobierno en nuestras libertades. El articulista afirma que NO lo son, pero no presenta evidencia que sustente su negativa. 

    E insiste: «no tiene sentido criticar las medidas como una intromisión a las libertades individuales», y «si los impuestos quisieran dirigir el consumo no sería malo como principio moral», sin presentar evidencia.

    En mi opinión, el gobierno no tiene porqué «orientar el consumo»; yo concibo al gobierno como un «servidor», no como un «jefe». El «jefe», el mandante, es el pueblo; el mandatario no tiene porqué orientar al mandante. Al menos, no en una república.

    El articulista debería argumentar sus controvertidas posiciones.

  3. Triste opinión de alguien que vive en un país donde el gobierno no regula el consumo de sus ciudadanos.   El economista Spurrier perdió a mis ojos toda credibilidad cuando hace unos meses en uno de los medios «corrugtos» defendió acaloradamente las medidas fiscales del gobierno.

    Nadie, articulista, tiene porqué decirme que debo y que no debo consumir, no es facultad de un gobierno el imponer reglas morales, para eso está la religión, y si lo que quiere es orientar el consumo debe educar y no imponer impuestos para mantener al obeso estado ecuatoriano.

    ¿Acaso no sabe que esta maladada revolución se etiqueta como Socialismo del siglo XXI?  ¿Acaso las primera S de URSS no era «socialista»?  Así que la comparación que ha hecho Spurrier talvez no sea tan desatinada.  Claro que no hay como comparar a este gobierno entrometido con el socialismo, sino mas bien con un fascismo descarado, porque en la Alemania de Hitler se acostumbraba, para financiar los desafueros bélicos de los nazis, exprimir con impuestos al pueblo, aquí no es para la guerra, sino para mantener el cada vez mas grande gasto corriente.

    Que Spurrier diga que no hay problemas de balanza comercial cuando el propio Hólger quiere que los bancos privados traigan «la platita»(Hólger dixit) de sus depositantes para invertirlo (que gracioso) en un país que carece de estabilidad jurídica, en un país en el cual el IESS se ha vuelto, con el dinero de los afiliados (mi dinero), el mayor acreedor del estado, pues solamente revela la desazón que cunde en el gobierno por las variaciones dramáticas que la mayor fuente de ingresos, el petróleo, experimenta desde hace semanas en el mercado mundial.

    Los impuestos no dirigen el consumo, sino que ahogan la libre competencia, favorecen el mercantilismo, al que es muy dado este gobierno, e impiden que nos proveamos de bienes de consumo, los que sean, si adquiero un celular de $1.000 y por eso dejo de comer es mi problema, a precios acequibles, eso es todo.

    «Hay una forma de acabar con el capitalismo, impuestos, impuestos y mas impuestos»
    Karl Marx

    • Qué
      comentario más oportuno, lógico e inteligente Mr. Hoax, ciertamente ningún
      gobierno debería inmiscuirse en los gustos y preferencias de la población; inconcebible
      que incluso empresas privadas graven valores exorbitantes a ciertos artículos.
      Intenté comprar el Mercedes Benz SLK-350 a precio de SUZUKI CORSA, al fin
      tienen el mismo tamaño (casi); intenté comprar una botella de Champagne Perrier-Jouet
      a precio de Gran Dubal, al final saben más o menos igual… Cómo es posible que
      el Gobierno pretenda meternos la mano al bolsillo y querer que paguemos impuestos
      por las huev…

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