El Gran Dictador

Por Mauricio Maldonado Muñoz
Buenos Aires, Argentina

En la película «The Dreamers» de Bernardo Bertolucci, se discutía sobre quién había sido mejor, Charles Chaplin o Buster Keaton, sin poder conciliar una postura. Algunos cinéfilos han sugerido que se debe tomar partido por uno u otro; que no se puede preferir a ambos. Por esta parte del mundo metafóricamente dirían: «no se puede ser hincha de River y también de Boca». Es decir, que ésta es una de esas situaciones en que se hace preciso decidir, hacerse de una posición. Sin embargo, la cuestión de este artículo no es la resolución de este entramado. De todos modos, también se les puede ver juntos en «Limelight», ambos con los años a cuestas.

Tanto Keaton como Chaplin desarrollaron la mayor parte de su trabajo en la época del cine mudo, que duró desde el invento del cinematógrafo por los hermanos Lumière hasta la aparición de la primera película con diálogos sonoros de la historia, «The Jazz Singer», en 1927. La dinámica del cine mudo y su paso al sonoro se explican bien y cálidamente en «Singin’ in the rain». Cambiar de paradigma, en general, resulta difícil, aunque sea para mejorar. Esto ocurre porque los humanos somos seres de hábitos, aunque jamás cambiemos en lo esencial.

Me pregunto si pasar del cine mudo al sonoro no habría sido como permanecer callado mucho tiempo y, de pronto, gritar. Tal vez, como ocurre en «Little Miss Sunshine», permanecer mucho tiempo en silencio puede enseñar a fortificar el espíritu; pero, en esas condiciones, cuando se decide abruptamente hablar, será seguramente para gritar. También pudiera ser, ¿quién sabe?, que en ese cine mudo no hicieran falta las palabras. Quizá no eran tan necesarias si se sabían realizar los gestos correctos, los rostros que pueden comunicar alegría o tristeza, las miradas exactas, las bromas inocentes, el humorismo simple.

Hablar, sin embargo, es una necesidad humana, aunque no sólo el habla nos permita comunicarnos. Tal vez por eso hasta las grandes estrellas del cine mudo tuvieron que hacer cine sonoro. En el caso de Charles Chaplin, su primera película con diálogos sonoros es «The Great Dictator» («El Gran Dictador»), de 1940, donde Chaplin ironiza y satiriza a Adolf Hitler, aún sin saber, por el año en que hizo la película, de todos los horrores que dejaría finalmente tras de sí el nacionalsocialismo. En aquel tiempo, Chaplin había sido alentado a no realizar esta película, en parte porque Estados Unidos aún no participaba de la Segunda Guerra Mundial, siendo oficialmente neutral hasta que debió, casi a fuerza de presión, participar de la guerra después del ataque a Pearl Harbor.

Es ampliamente conocido que Chaplin fue un precursor de ideas y un tenaz denunciador de causas sociales. Incluso en Estados Unidos fue perseguido, señalado y exiliado por las acusaciones que había realizado en su contra el Comité de Actividades Antiestadounidenses y luego la «caza de brujas», hija del machartismo. Charles Chaplin es uno de esos hombres que vivieron en carne propia el ser perseguido por sus ideas y por sus opiniones. Y es que eso suele ocurrirles a quienes de algún modo son incómodos por su fuerza de pensamiento. Conviene a algunos que estas cosas trascendentes que estas personas pueden decir no sean conocidas; por eso, por ejemplo, «El Gran Dictador» no pudo ser exhibida en España sino hasta después de la muerte de Franco.

«El Gran Dictador» es, en el fondo, una película de denuncia de los autoritarismos, de rechazo al mal uso de la inteligencia y de la ciencia para la tiranía o la guerra. Es una película de crítica a la interrupción e injerencia maligna en los planes de vida de las personas, en su legítima libertad, en su intrínseca dignidad. Chaplin delezna a los que esclavizan las mentes, diciendo e imponiendo a los demás qué hacer, qué pensar y qué sentir. Estos hombres que, dice él, más que liberar a las sociedades, quieren su propia liberación a costa de la de los demás.

No sabría precisar la razón por la que Charles Chaplin hizo su primera película con diálogos sonoros sobre un tema tan difícil. Quisiera pensar que fue porque después de todo se dio cuenta de que hay situaciones en las que está mal callar y es mejor hablar y hacerlo claro y suficientemente. Quizás porque sabía que la historia tiene sus ciclos y que, en algún punto, no es más que la sucesión de vidas que están ahora y luego se van, pero que siempre están las personas buscando su propia realización, de modo que cualquier intento de someterlos es necesariamente temporal, acaso porque en algún punto también a los tiranos, como a todos, se les irá la vida. Será por eso que en parte del discurso final de su película, vestido como la sátira de Hitler que él hizo, señalando que no quiere ser ningún emperador, se dirigió a todos diciendo:

«A aquellos que puedan oírme, les digo: “No desesperen”. La desgracia que nos ha caído encima no es más que el paso de la avaricia, la amargura de los hombres, que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará, y los dictadores se acabarán, y el poder que arrebataron al pueblo volverá al pueblo. Y mientras los hombres mueren, la libertad no perecerá jamás».

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3 Comments

  1. Es elocuente –en todo el sentido de la palabra– que Chaplin haya hecho su primera película hablada sobre el autoritarismo, que a su vez representa el silencio.

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