Vampiros desangrados

Por Santiago González Noboa
Guayaquil, Ecuador

Nombrar la cantidad de películas, series y libros que desarrollan temas –o debería de llamarlos dramas– vampíricos sería una tarea absurda. El inconsciente del propio lector ya empezará a cavar en su memoria en busca de algún ejemplo, lo que hará innecesario ocupar tantas líneas en el asunto. Lo que sí me he propuesto escribir es de esos vampiros ocultos, de aquellos dientes casi imperceptibles, que se encuentran chupando la poca sangre que queda de un género saturado.

Un género que a pesar de todo, sigue dando millones de dólares, razón por la cual mucha gente piensa que mi argumento es inválido. En primer lugar, es cierto que las personas tienden a ver solo aquello que desean. Hoy en día es tan fácil elegir una programación “hecha a la medida”, sin embargo así no nos demos cuenta, el espectro es limitado y las fuentes creativas parecen estar en sequía. Es aquí cuando nos encontramos en una situación en la cual no queda otra opción que la repetición.

Los guionistas en Hollywood, los escritores de best-sellers, y las cadenas de televisión que exigen a toda costa seguir maquillando con una estética actualizada, o quizás más digerible, al mismo Conde Drácula, son los que elaboran el corto abanico de posibilidades que el consumidor posee. Ahora los adolescentes no leen a Bram Stoker ni en el mejor de los casos ven la película de Ford Coppola. Esos vampiros son aburridos y viejos, una pérdida de tiempo.

Las otras opciones que van detrás, son los zombis y los animales mutantes, que a causa de algún desecho tóxico se vuelven malignos e indestructibles –como pirañas, tiburones y anacondas–, sin embargo, su historia no deja de ser igual de repetitiva y sin ningún tema memorable, a veces su mayor –y único– atractivo es que las películas están en 3D. Pero esto al público le encanta, las salas se siguen llenando a la par de las billeteras de los que están detrás de todo. Entonces, ¿por qué cambiar una fórmula ganadora?

Quizás el origen del problema venga de una pereza mental de ambas partes. Por un lado se encuentra un público conformista, no acostumbrado a problemas de elevada categoría intelectual, nada que haga pensar, simplemente más vampiros adolescentes. Por el otro está un motor de guionistas y creativos con ideas gastadas, que movidos por el dinero retroalimentan la comodidad del público creando así un círculo vicioso que necesita ser detenido.

Concluyo, y en miras de ampliar la gama de elementos de terror, doy recomendación del libro que en estos momentos me acompaña: Sobre héroes y tumbas del gran Ernesto Sábato. Plantea en su intrigante capítulo ‘Informe sobre ciegos’ como una oculta y macabra secta compuesta por ciegos, controla todos los males y tragedias que atormentan a la sociedad. No es ningún romance de vampiros, mejor aun, consiste en un análisis profundo y a veces terrorífico de un elemento más espantoso que un murciélago mujeriego: la propia oscuridad de la condición humana. Aviso de antemano, no tiene versión cinematográfica.

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