Paredón electoral

Por Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

Todo parecía indicar que el affaire Assange iba a convertir la imagen internacional de un gobierno que acosa a las libertades públicas, y a la libertad de expresión en primera fila, en la de un gran defensor de ellas. Hubo quienes admitieron que había sido un golpe de escena ingenioso. La opinión pública quedaría convencida por un libreto bien estudiado. Ahora está claro, por ejemplo, porque las voces oficiales repetían casi mecánicamente las palabras “libertad de expresión” cada vez que mencionaban el nombre del hacker australiano.

Aunque la decisión del asilo diplomático había sido tomada varios meses atrás –algo que ya ha sido reconocido oficialmente– se esperó que terminen los juegos olímpicos de Londres para hacer el anuncio público. Ciertamente, habría sido imposible para Assange recibir algo de atención si su ingreso a nuestra embajada hubiese ocurrido cuando el mundo estaba concentrado en las competencias atléticas. Tal parece que no solo la cultura sino que hasta los actos humanitarios –al menos para algunos– están sometidos a las leyes de la civilización del espectáculo.

Pero con el pasar de los días este bien armado proyecto ha comenzado a derrumbarse. Hasta las organizaciones de derechos humanos que años atrás celebraron la hazaña de Assange e inclusive aquellas, pocas por cierto, que han aplaudido la concesión del asilo, no han dejado de enfatizar al mismo tiempo su rechazo a la política de asfixia que mantiene el gobierno contra las libertades públicas. Más aún ha comenzado a crecer un consenso que lo que realmente ha buscado Assange desde el comienzo ha sido evadir su obligación ética y legal de responder a los cargos de violencia sexual.

Y tal parece que le funcionó, pues, encontró nada menos que a un gobierno, con embajada, recursos y demás, que está dispuesto a creer más en su palabra que en la palabra de las dos mujeres suecas de que en efecto fueron abusadas sexualmente. Lamentablemente no es la primera vez que en materia de delitos sexuales la balanza de credibilidad se inclina en contra de la mujer. Algo que, sin embargo, es intolerable para la audiencia que originalmente se iba a conquistar.

Y así el plan Assange está por convertirse más bien en una oportunidad para que el mundo nos conozca más de cerca, para que confirme nuevamente la grave situación por la que atraviesan nuestras libertades. En los próximos días, por ejemplo, está por iniciarse un reprochable asalto a nuestra libertad de elegir que garantizan nuestra Constitución y los instrumentos internacionales de derechos humanos. Luego de admitirse que todas, todas las organizaciones políticas, habrían cometido la misma falta, en mayor o menor proporción, solo algunas de ellas serán llevadas al paredón para fusilarlas; seguramente a las que resultan más incómodas para los futuros planes electorales.

Pero quienes andan tan entusiasmados con el escándalo de las firmas falsas con la ilusión de facilitarle a unos elegidos su agenda electoral más les vale que aprendan de cómo el bien planificado caso Assange terminó en un fiasco internacional.

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