Impunidades

Por Juan Jacobo Velasco 
Santiago de Chile, Chile

El caso de los créditos vinculados de Cofiec toma una deriva entre irónica y dolorosa cuando se piensa en el nombre del fideicomiso «AGD-no más impunidad». Nos regresa a esa larga película de desfachatez, arrogancia y manipulación de la institucionalidad que tuvieron grupos de poder financiero y comunicacional, para evadir su responsabilidad en el colapso bancario de fines de los noventas. Los depositantes se convirtieron en mudos testigos de un intento descarado de ciertos banqueros por evadir su responsabilidad en la bancarrota, usando sus medios de comunicación y los resquicios legales e institucionales para aplacar cualquier intento por hacer efectivas las garantías en su valor real y arribar a algo parecido a la justicia.

La impunidad se sustenta en la arbitrariedad, en el manejo de los hilos del poder y en una increíble capacidad para cambiar la historia y presionar de manera indebida a todos los que buscan hacer justicia. Lo vimos con varios banqueros-dueños de medios nacionales. Lo vemos ahora, con los causantes de la crisis financiera mundial, que no han recibido ningún tipo de castigo frente al riesgo irresponsable que asumieron sobre los activos tóxicos que promovieron.

La ironía se convierte en dolor cuando es el Gobierno que dijo hacer justicia frente a la impunidad, el que en cierta medida repite la historia. Se puede aducir que el monto es pequeño, que Cofiec es una caja chica, que hubo falta de cuidado. Pero, tal como lo confirmó el Superintendente de Bancos, los índices de no pago de Cofiec y el análisis de su gestión en la dación de créditos llegan a rebasar cualquier mínimo razonable (con lo de Duzac como expresión elocuente) para dejarnos pensando que la institución es un nido de ineptitud y/o corrupción. Y que la relación con «AGD-no más impunidad» -y el funcionamiento del Fideicomiso- tienen el mismo hedor.

Lo que provoca un particular dolor es la razón para la creación del Fideicomiso: resarcir a las víctimas del congelamiento y recuperar los recursos de todos los ecuatorianos puestos en el rescate bancario. Eso presupone una gestión muy eficiente del dinero que está implícito en la administración del Fideicomiso y de cada una de sus empresas. Todas debieran generar excedentes. No las pérdidas, ni el uso arbitrario, ni los espacios de corrupción que están observándose. Cada dólar ineficiente o dolosamente usado retrotrae al dolor que generó la impunidad frente al rescate bancario.

También preocupa ver que una lógica tan laxa en la dación de créditos y proyectos, parece permear en el Gobierno ecuatoriano (el mayor actor en la industria bancaria y de medios de comunicación del país) en momentos en que cuenta con excedentes provenientes del alto precio del petróleo. La misma laxitud ocurrió con los bancos ecuatorianos antes que la mancha blanca y el síndrome de Taura gatillaran la bancarrota. Ojalá no repitamos una historia tan triste de impunidad si el precio del crudo disminuye.

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