La ucronía de Rodrigo Borja

Por Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador

En su última columna dominical, el ex presidente Rodrigo Borja insistió una vez más en lo que denomina su “ucronía” patriótica, un término que, según la RAE, designa una “reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder”. Wikipedia la define, más bien, como una rama de la ciencia ficción que especula sobre realidades alternativas ficticias.

La ucronía de Borja arranca con su propuesta de arbitraje papal presentada ante la Asamblea de las NN.UU. en 1991 e imagina un camino venturoso que nos lleva a la resolución definitiva de litigio territorial con el Perú bajo un fallo pontifical absolutamente favorable hacia el Ecuador. Todo un encadenamiento virtuoso malogrado por el ex presidente Durán Ballén cuando “echó al tacho de la basura la tesis del arbitraje”. Este artículo refuta la “ucronía” de Borja y sostiene que la propuesta del arbitraje papal fue ilusoria y totalmente inviable.

El arbitraje es un mecanismo consagrado en la Carta de la ONU al que pueden someterse estados en conflicto. Su implementación requiere del acuerdo previo y expreso de ambas partes por lo que ningún estado puede ser forzado a utilizarlo. Perú jamás lo aceptó. El Canciller de la época, Carlos Torres, declaró que su Gobierno no aceptaría un arbitraje papal bajo ningún concepto. El Congreso peruano y las FF.AA. condenaron la iniciativa. El Nuncio Apostólico, Monseñor Cannalini, sostuvo que “al no existir un acuerdo previo entre Quito y Lima sobre el arbitraje, el Vaticano “no podría proceder más allá de escuchar la propuesta”. Fujimori declaró que su visita al Ecuador en 1992 tuvo como propósito “entretener a los ecuatorianos hasta repotenciar sus FF.AA. con miras a una guerra”. Borja lo calificó entonces de “cínico, loco y embustero” y denunció que su engaño incluía también al Papa” (La Hora, 4/04/95).

Nadie duda de que Borja contribuyó a labrar el camino de la paz. Su política exterior permitió un acercamiento con el Perú y logró que se reconociera la existencia de un problema territorial. La tesis del arbitraje, sin embargo, no fue realista ni tenía posibilidades de éxito. Por ello, y más allá de antipatías o desacuerdos, Borja debería reconocer que solo una decisión como la que adoptó Sixto Durán Ballén al reconocer la vigencia del Protocolo de Río de Janeiro y llamar a los garantes por su nombre podía fracturar el statu quo y emprender con realismo el camino de la paz. Debería reconocer con generosidad, también, a Bucaram, Alarcón y Mahuad que adoptaron esta línea de forma responsable y la convirtieron en política de Estado.

La paz con el Perú ha traído beneficios extraordinarios para las dos naciones. Las nuevas generaciones aceptan con entusiasmo el acuerdo logrado y prefieren no pensar en ucronías.

* Carlos Larreátegui es Rector de la Universidad de las Américas. Su texto ha sido publicado en El Comercio, el 4 de diciembre de 2012.

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5 Comments

  1. HASTA CUANDO ESTE TIPO SIGUE ESCRIBIENDO , NO TIENE VERGÜENZA , Y SE HACE LLAMAR CANCILLER , ESTOS `PERSONAJES EN OTROS PAÍSES , YA NI SE DEJARÍAN VER EN LAS CALLES, `POR RESPETO A LAS PERSONAS, Y ESTE SALE HASTA EN LA TELEVISIÓN COMO EL GRAN SEÑOR, TU Y MAHUAD SON CULPABLES DE MUCHAS VIDAS TRUNCADAS LAS LLEVARAS EN TU CONCIENCIA HASTA EL ULTIMO

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