No hay enemigo pequeño

Gustavo Domínguez
Quito, Ecuador

El verdadero demócrata valora el arte y la cuantía del debate, entiende sobre la importancia de crear consensos, sueña con la posibilidad de construir, de unificar y no de dividir, no teme a aceptar y respetar las diferencias, y hasta se fortalece en la imperiosa necesidad de enfrentar con respeto a quienes lo cuestionan.

La excelencia en el ejercicio de la política, de quienes realmente comulgan con las exigencias que demanda la práctica de la democracia y la transparencia, crea verdaderos ídolos y los diferencia de aquellos que la historia se encarga de deshonrar.
Los políticos que atentan contra los principios básicos de la democracia, aquellos que consideran que lo más importante es simplemente llegar y conservar el poder, tarde o temprano, se encontrarán indefensos ante el paredón de la historia, apuntados por enemigos que cosecharon innecesariamente en el uso y abuso del poder, y que a la postre deben aprender, que especialmente en la arena política no existe enemigo pequeño.

En el ejercicio del poder, los primeros enemigos van surgiendo del mismo entorno que en su momento disfrutó del éxtasis que suele generar el poder mal entendido. De la desviación a la trayectoria de un proyecto político prometedor en su momento, que es desgranado y abandonado abruptamente por serviciales sumisos, que cambiando su piel de cordero por la de lobo, aúllan amenazantes, sabiendo que pueden lastimar.

El gobierno de la revolución ciudadana, no ha sido inmune a este tipo de acciones y menos aún a las deserciones. Pero seguramente el caso de mayor importancia y relevancia, lo abandera un simple bachiller, que engañando a propios y extraños, conoce perfectamente los entretelones más íntimos de los negocios, los contactos, las vías utilizadas para las transacciones, las cuentas, los bancos, y en general los movimientos financieros de la república en el exterior.

El señor Pedro Delgado, debe tener información que le resulte tan valiosa al gobierno norteamericano, que tan rápido como convenció que regresaría al país al jefe de estado en Ecuador, persuadió a las agencias norteamericanas que merecía su protección.

La recientemente ley firmada por el presidente Obama para contrarrestar la influencia de Irán en Latinoamérica, ubica al señor Delgado, debido a su participación y liderazgo en los negocios de Ecuador con Irán, dentro de un grupo de personajes sujetos de investigación como ciudadano extranjero, cuyas acciones han asistido a Irán a evadir las sanciones norteamericanas e internacionales. Esta ley, apunta a que el señor Delgado no debería recibir protección, por el contrario, solamente ser motivo de sanciones al ser considerado como enemigo de los intereses norteamericanos. Ya algunos ciudadanos ecuatorianos conocen de sanciones estadounidenses por razones de muchísima menos relevancia.

Pero, ¿que sabe el señor Delgado que no conocemos los comunes ciudadanos ecuatorianos y puede resultar tan valiosa para los intereses norteamericanos?

Es una pregunta, cuya respuesta, difícilmente nos enteraremos a profundidad. Sin embargo, dadas las circunstancias y el resguardo que está recibiendo el natural ecuatoriano, la información que debe estar entregando debe trascender las razones comunes por la que un simple ciudadano extranjero es acogido con tanta velocidad por las estrictas y difíciles autoridades migratorias del país del norte.

La virulencia y excesos con la que se pretendió corregir el error de permitirle partir, así como la de opacar la importancia de una pública y pomposa manifestación de apoyo a los cuestionamientos que finalmente determinaron su caída, es indiscutiblemente la causa de haber creado este pequeño gran enemigo. El tiempo nos dirá si su libertad en territorio norteamericano es más importante que su deportación para aprehensión en territorio ecuatoriano. Claro, este nos permitirá dejar de especular cuan pequeño realmente resultó este cultivado enemigo.

* Gustavo Domínguez está en twitter como @gusdominguezm

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