Que gane Maduro, ¡que pierda la Revolución!

Alfredo Mayorga
Guayaquil, Ecuador

Puede ser difícil de explicar. Peor aún, podría resultar muy complicada de entender y digerir, sin embargo me he puesto a desarrollar cierta tesis sobre que debería ganar Maduro y hasta podría tener sentido.

Podría ser conveniente que gane Maduro. Reconozco que cuesta entenderlo y más de uno pensará que es una locura, pero mi planteamiento lo sostienen argumentos que quiero compartir con ustedes. Desde que se suscitaron los acontecimientos que ponen frente a nuevas elecciones en el hermano país, sostengo es conveniente que Maduro sea el próximo presidente de Venezuela.

Maduro tiene que ganar para que él solo se termine. Ganando se podría lograr el final de una etapa nefasta llamada Socialismo del Siglo XXI. Su triunfo no sería más que el principio del anhelado fin que daría oportunidad al nacimiento de una nueva época. El verdadero cambio que la mayoría de venezolanos aspiran pero que tienen miedo de manifestarlo por temor a represalias. Un cambio que los encaminaría, producto de las duras lecciones aprendidas, a la reconstrucción de una nación que está despedazada, polarizada, endeudada, empobrecida y hambrienta.

La victoria de Maduro ocasionaría el debilitamiento paulatino de una utopía, de una farsa que sin su gran caudillo es insostenible. Maduro solo, no podrá con lo que le viene. La política de su gobierno-estado acentuará la exclusión y la polarización, generando una fuerte crisis en el sistema democrático; lo que a su vez propiciará un escenario para el cambio en la correlación de fuerzas. Y es que no sólo será su política de estado, viendo últimamente el alto contenido intelectual del discurso de Maduro, no será difícil suponer que excluirá a todos los que se le opongan, hasta su misma gente que no comulgue con él.

El evidente deterioro democrático de países como Venezuela y nuestro Ecuador, pide a gritos la pluralidad de ideas y balance en las tendencias. La democracia se alimenta de pensamientos distintos, capaces de cohabitar en el espacio donde se debaten. No necesitamos más discursos aireados y vehementes: necesitamos oxigenar la democracia; pero por un interés valorativo a favor de la gente. No de una parcialidad política. Como sociedad, requerimos con carácter de urgencia soluciones efectivas y justas en los problemas cotidianos. Y eso no lo representa ni Maduro ni nuestro querido caudillo ecuatoriano.

Por eso sostengo que tal vez no es el mejor momento para la oposición en Venezuela, representada por Capriles. El chavismo revolucionario tiene que tocar fondo y fracturarse, romperse. Tal vez por eso, tampoco fue el tiempo para nuestra oposición en las pasadas elecciones nacionales. El correismo aún está y sigue fuerte. Ha cometido errores y los seguirá cometiendo, puesto que aún si los cometen deliberadamente nadie contrariará a su majestad. Lo que si podemos rescatar es que en nuestro país, ya se avizoró ese personaje que podrá hacerle frente a la revolución.

Volviendo al escenario en Venezuela, el chavismo podrá tocar fondo sólo si Maduro gana. Porque, si sucede lo contrario, si ganase Capriles, el estado, seguirá siendo rojo; y, ese es el aparato que se debe desmontar. Ganando Nicolás podremos esperar que ocurra el desgaste, el deterioro, el hastío, el «desamor» hacia la revolución.

Y es aquí donde pregunto: ¿Qué debería hacer la oposición en nuestros países que vivimos situaciones políticas tan similares? Antes que nada, trabajar para recuperar y acumular fuerzas – eso sí, alejándose de los viejos esquemas que los llevaron de derrota en derrota. Apartándose de los argumentos desacreditadores de siempre de los revolucionarios. La oposición, uno o varios elementos, tiene que cohesionarse para invadir los espacios de los que, a lo largo de 14 años en Venezuela y 7 años en Ecuador, fueron desplazados.

Tenemos que adoptar una actitud de colaboración crítica que se encamine a la búsqueda del bien común. No podemos evadir la responsabilidad propia porque es la que nos permitirá comprometernos con las aspiraciones de todos nuestros hermanos. Esa también es una manera de luchar. Tenemos que pensar que no sólo el voto es democracia. Porqué así lo ven los revolucionarios y sabemos que tienen todo el poder del partido-gobierno para captar (¿comprar?) los “votos” en su llamada democracia.

Tenemos que recuperar la democracia. Y eso no es algo que ocurrirá de la noche a la mañana. Debemos comenzar a trabajar para restablecer el hilo constitucional, la rendición de cuentas, la separación de los poderes del estado. Así que si gana Maduro, ¡que gane! Vendrán días difíciles tanto para Venezuela como para Ecuador. Ya lo dijo el recientemente electo presidente de nuestro país: se radicalizará la revolución. Sin embargo, el saber que sus errores no podrán ser sostenidos para siempre, ni por el petróleo vendido a China, ni por los tratados de comercio con Irán, abren una luz de esperanza para el futuro. Futuro al cual, desde ya, tenemos que estar preparados.

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