A Jaime y Rafael

Por Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Ustedes deben recordar, aunque a los izquierdosos les dé taquicardia por eso, que León Febres Cordero y Fidel Castro eran grandes amigos. Fidel le mandaba habanos a León y el líder de la derecha ecuatoriana se los fumaba con su mano izquierda, sin ningún remordimiento ni conflicto personal.

Este milagro ocurrió porque tenían muchas cosas en común: hombres duros, machistas, mandones, autoritarios, protagonistas de las pesadillas de sus rivales. Sus coincidencias personales rellenaron fácilmente los abismos ideológicos que existían entre ellos. Las ideologías eran minucias comparadas con las afinidades por un buen trago, por las armas, por su solvencia testicular.

Traigo este cuento a colación porque Rafael dice que sus diferencias con Nebot son ideológicas. Pamplinas. Ahora que un auténtico guayaquileño madera de guerrero, no de membrete, como Carlos Rubira Infante, pidió en pleno ritual verde que el presidente y el alcalde se dejen de vainas, se den la mano y se pongan a trabajar juntos, puso el dedo en la llaga. ¿Hasta cuándo dos sesiones, dos discursos, dos bailes, dos salseros? La pugna entre dos rivales que pelean por la posesión de una ciudad que no está acostumbrada a tener dueños, ya tiene demasiado tiempo y lo único que trae es pérdidas. Oigáseme bien: los dos le están haciendo daño a Guayaquil.

No es ningún favor ni ninguna maravilla que cada uno, por su lado, levanten parques, limpien el Estero y planten vías en sectores de invasiones. Porque el proyecto de una ciudad para el futuro va mucho más allá que eso. Nebot ha marcado una ruta: el puerto de aguas profundas creará un nuevo polo de desarrollo para Guayaquil, pero resulta que no hay plata para hacerlo. Se depende de inversión extranjera y uno de los inversionistas ya se fue. Esa es una meta conjunta de trabajo entre estos dos personajes. ¿Otra más? El proyecto de transporte elevado, que ha de costar cientos de millones, y que es fundamental para resolver en algo la caótica movilidad impulsada por una eterna y demagógica política de subsidios. ¿Por qué no se reúnen e impulsan esta obra necesaria de verdad y que beneficia, además, a los cantones cercanos que colindan con Guayaquil? ¿Quieren más? El dragado del río Guayas, que ya no parece río y está condenado a dejar de ser navegable -¿todavía lo es?- porque ni el uno ni el otro se preocupan de invertir a fondo para devolverle su profundidad.

Yo no le voy a pedir nada a Correa, dijo Nebot, porque no soy mendigo. Correa se tapa los ojos y no quiere ver que en Guayaquil, en efecto, hay un buen alcalde. Los dos son soberbios, los une esa dudosa virtud del orgullo desmedido, tienen exceso de una dignidad mal aplicada y les falta una dosis de humildad para reconocer las virtudes del rival. Guayaquileños, monos a más no poder, populistas, mandones, bravucones. El socialcristianismo emprendió en el sistema de captar las cortes de justicia y los verdes lo perfeccionaron con las urnas. Se parecen tanto y quieren vendernos la idea de que son tan distintos. Como quiso decir Rubira Infante, ya déjense de vainas. Hagan como Fidel y León.

* Publicado originalmente en el diario HOY.

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