Universos paralelos

Vicente Albornoz
Quito, Ecuador

Imagínese un universo paralelo, parecido al nuestro, pero donde la política económica hubiera hecho innecesario explotar el Yasuní.

La argumentación económica para explotar el Yasuní es que, si no lo hacemos, el país podría entrar en una crisis relacionada con la caída de la producción de los restantes campos petroleros.

Se puede incluso argumentar que si el OCP hubiera entrado en funcionamiento en 1995, se hubiera evitado la crisis de 1998. A pesar de que respeto ambos razonamientos, no estoy de acuerdo con ninguno porque creo que la caída del precio del barril a USD 6,9 en diciembre de 1998 hubiera hundido la economía con o sin la producción que el OCP permitió aumentar. Y estoy convencido que una nueva caída del petróleo a ese nivel igual arrasaría con toda la economía (con o sin el crudo del Yasuní).

El otro argumento para explotar el Yasuní es que la economía ecuatoriana se ha vuelto adicta al gasto público y que el PIB crece únicamente cuando el gasto público crece. Ese es el argumento «fiscal» y tiene bastante sustento pues desde el 2007 el país tiene buenas tasas de crecimiento económico exclusivamente en los años en que hay un fuerte impulso fiscal.

Pero esto es porque nos hemos vuelto adictos al gasto. Por lo tanto, podríamos imaginarnos un escenario en el que la economía no fuera tan dependiente de lo gastado por el Gobierno. Y para eso hay que retroceder al año 2005, cuando se derogó los límites al crecimiento del gasto público.

Como ya no había límite al gasto, el Gobierno pudo gastarse hasta el último centavo de sus ingresos. Dado que tenía muchos ingresos, disparó su gasto. Al mismo tiempo, un Gobierno que nunca apreció a la empresa privada, no creó las condiciones para que se siga invirtiendo y la inversión privada cayó. Pero la economía no lo notó porque el aumento del gasto público compensó el impulso perdido por la baja inversión privada.

Entonces: baja inversión que no afecta al crecimiento porque el gasto público lo compensa. Así cualquier economía se vuelve dependiente del gasto del Gobierno. La dependencia del petróleo está en que ya no hay suficiente inversión privada como para impulsar el crecimiento y este se da únicamente si el precio del petróleo puede financiar un gasto creciente.

Ahora sí, imagínese un mundo donde la política económica hubiera atraído inversión privada y no hubiera disparado el gasto público. En ese caso, no seríamos tan dependientes de lo que gasta el Gobierno (que depende, a su vez, de los ingresos petroleros). Encima, con menos gasto, habría ahorros que garantizarían la sobrevivencia de la economía en caso de un desplome del petróleo (y tranquilizarían a los inversionistas del riesgo de un gran colapso). Y no habría justificación económica para explotar el Yasuní.

Desgraciadamente solo hay solo un universo. Y solo un planeta.

* El texto de Vicente Albornoz ha sido publicado originalmente en El Comercio.

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