El garrote o la cárcel

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

La pelea que se está dando entre nebotistas y correístas para demostrar quien es el bueno y quién el malo, en Guayaquil, está llegando a los golpes bajos y no existe un árbitro que les ponga un freno. Esa última escena, en la que policías metropolitanos patean en el piso a unos camuflados gobiernistas, que fueron a decirle bigotón al alcalde en los bajos de su despacho, demuestra de lo que son capaces estos fervientes militantes, de lado y lado, incapaces todos de llevar adelante una campaña política civilizada y libre de estos espectáculos vergonzosos.

Es una pena que los políticos tengan apenas esto para Guayaquil. En el fondo, lo que están haciendo son actos de desprecio para los votantes que tendremos la obligación de votar por cualquiera de ellos. Nos están tratando como unos ciudadanos subnormales, totalmente dependientes de sus cortas ideas y patéticas prácticas, como si estas fuesen las únicas que van a marcar el desarrollo de una urbe que tiene su propia vida.

Les aconsejo que dejen la bronca para después. Las elecciones que se vienen no pueden servir de pretexto para que descarguen todas sus furias reprimidas, largas frustraciones o traumas infantiles. No, por favor. Eso lo único que traerá es violencia, sea corporal, verbal y, en el fondo, social. Guayaquil ya tiene suficiente violencia en sus calles para que vengan sus líderes a sembrar más cizaña, más odio, más confrontación. Supongo que nadie de ustedes quiere una guerra abierta, un todos contra todos, un sálvese quien pueda. Les recomiendo que se den una vueltita, camuflados pero bien protegidos, por las zonas más violentas de la ciudad y perciban ese aire de miedo que respiran en todo momento los indefensos, personas a las que les llega ese mensaje violento que ustedes expulsan, pretendiendo ganar su voto. Entonces entenderán que sus prioridades son muy distintas a las de ustedes, que andan compitiendo en quien hace más parques, levanta más puentes o cuelga más luces. Creando, en definitiva, una ciudad ficticia pero hermosa, en donde sus habitantes tengan la satisfacción de sentirse cómodos para cuando llegue el momento de sus crueles despedidas.

Las ciudades necesitan administradores, no capataces. El país necesita líderes, no patrones. Cuando se entienda esa diferencia, no hará falta que exista ninguna policía metropolitana, barras bravas, gente mal pagada y mal encarada que pretende infundir temor a cualquiera que no comparta su agradecimiento partidista.

Por si acaso se malinterprete, este mensaje va para correístas y nebotistas, porque ambos grupos tienen líderes que se parecen. La tolerancia no es una de sus principales virtudes, ustedes más que nadie lo saben. Por esa misma razón, no deben dividir a una ciudad entera que lo último que necesita es partirse en dos para complacer vanidades políticas que, dicha la verdad, no llego a comprender.

La campaña recién empieza. No pongan a los guayaquileños a escoger entre el garrote o la cárcel. Dejen a los votantes con la suficiente libertad para pensar y decidir. Sin acosos. Sin espectáculos que dejan muy mal parada a la ciudad.

Más relacionadas