Rafael Correa, entre Maduro y Cristina

Brasil y Ecuador están en recesión. En Argentina, Mauricio Macri logró un balotaje sin precedentes que ha puesto en jaque al peronismo. El socialismo bolivariano, aunque permanece en el poder, se resquebraja en el continente. Y la grieta es la economía. con la excepción de Bolivia, que mantiene reservas por el 43% de su producto interno bruno: la prudencia de los “fonditos” que tanto desprecia el gobierno de Ecuador.

¿Qué significa eso para el correísmo? Su futuro puede, por lo pronto, reflejarse en dos posibles espejos: Venezuela y Argentina.

En Venezuela, tras un apoyo multitudinario en las urnas durante la bonanza petrolera, el desastre económico está hundiendo el barco chavista que dirige Nicolás Maduro, quien ya amenazó sin desparpajo que gobernará “en unión cívica militar” con el pueblo si pierde —como se vaticina— en las elecciones legislativas de diciembre. ¿Parecido con Ecuador? Luego de un crecimiento económico sostenido por ocho años, la caída del precio del petróleo hoy hunde a Ecuador en recesión. ¿Querrá Rafael Correa asumir el costo político de la desaceleración económica —por no decir crisis— al presentarse como candidato en 2017? Es cierto que, en lo personal, no se puede comparar a Maduro con Correa, pero también es verdad que ambas economías presentan cuadros similares, cuyos síntomas en Ecuador son atenuados por una administración más profesional y el blindaje de la dolarización. Mirando el espejo de Venezuela, si Rafael Correa persiste en su modelo con un entorno económico adverso, puede que logre la reelección en 2017, pero también puede que su respaldo electoral —y, por tanto, su gobernabilidad— disminuya drásticamente en un cuarto mandato.

Argentina es la otra cara del futuro ecuatoriano. Sin reelección indefinida, Cristina Fernández de Kirchner mantiene una popularidad en torno al 50%, pero su apoyo al candidato oficialista Daniel Scioli —quien, por cierto, no es un incondicional del kirchnerismo— no fue suficiente para evitar, contra todo pronóstico, casi un empate en primera vuelta con el liberal Mauricio Macri, forzando un balotaje inédito en Argentina cuyo resultado es aterradoramente incierto para el peronismo. ¿Parecido con Ecuador? Si Correa no es candidato en 2017, aun reteniendo su popularidad personal, eso no garantiza el triunfo del correísmo, bien porque puede haber una segunda vuelta donde cualquier cosa puede pasar, o bien porque otro candidato no necesariamente será fiel al Presidente. En este escenario, Rafael Correa se arriesga a que su apoyo electoral a un tercero —quizá Lenin Moreno; después del reciente debate, Ramiro González parece descartado— no se traduzca en la continuidad de la argolla oficialista en el poder.

Ahora bien, el futuro político de Ecuador, con sus propios desafíos y realidades, depende de algunos factores peculiares.

El primer factor —y más importante— es la situación económica: si la actual recesión continúa, es probable que Correa desista de lanzarse en 2017.

El segundo factor es la carta de la oposición: puede que Correa confíe en un relevo oficialista si no enfrenta a un rival contundente. Hasta ahora, nadie se ha proclamado candidato —cosa normal a estas alturas— salvo Guillermo Lasso. Sin embargo, tras una campaña multimillonaria y permanente, su intención de voto sigue estancada desde 2013, cuando obtuvo un resultado electoral de 22,6%, seis puntos menos que el derrocado Lucio Gutiérrez en el proceso anterior del 2009 (28,2%), lo cual demuestra que el crecimiento de la oposición en los últimos años no se traduce en un respaldo a su candidatura.

El tercer factor es el cabildeo casa adentro: la decisión de Correa en gran parte se ve influenciada por los intereses de poder al interior de Alianza País y por la necesidad de protegerse —incluso judicialmente— ante un eventual giro al otro extremo del péndulo político.

Por supuesto, aún falta tiempo para la campaña y hay amplio margen de sorpresas. Acaba de entrar en la arena Alberto Dahik, resucitando desde la larga noche neoliberal para pelear, de repente, en la primera línea de fuego del debate económico. Ramiro González dividiría el voto de centroizquierda si compite contra Alianza País. Jaime Nebot dice que no quiere ser candidato, pero la maquinaria socialcristiana se ha reactivado. Mauricio Rodas puede ser una alternativa fresca y equilibrada si, en media crisis nacional, concreta megaproyectos como el Metro y Quitocables. A lo mejor Lenin Moreno participa con su propio movimiento, para aprovechar su capital electoral esquivando el desgaste oficialista. O Rafael Correa podría seguir los pasos de Maduro y combatir el creciente desencanto popular con aún más autoritarismo. Eso sin contar el sexto intento de Alvarito, el contraataque del bucaramato con Dalo, la obstinación de Lucio, las aspiraciones de Paúl Carrasco y el resurgimiento de un movimiento indígena fortalecido en los últimos meses por su liderazgo en las calles.

El tiempo dirá. Lo único claro es que en 2017, por primera vez en una década, las elecciones presidenciales volverán a ser un enigma.

Twitter: @hectoryepezm

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