En búsqueda de la legalización del cannabis

Su objetivo es presionar para que se permita su siembra, cultivo, industrialización y consumo en el Código de Salud. No podemos a tomarnos a ligera este asunto por los siguientes motivos:

Después del alcohol y el tabaco, el cannabis es la droga más consumida por la juventud. Aunque el consumo de drogas siempre ha sido más frecuente en el varón, ahora la tendencia tiende a igualarse con respecto a la población femenina, y su consumo se ha adelantado a edades más tempranas.

Las consecuencias de su consumo en los jóvenes es nefasta porque durante el periodo de la adolescencia el joven se está desarrollando en distintos ámbitos de su personalidad: afectivo, emocional y social. Las drogas perturban su desarrollo normal.

Todas las drogas tienen en común el hecho que alteran la psicoactividad de la persona, la sustancia llega al cerebro y modifica su funcionamiento habitual. El destino de la droga es siempre el mismo: el cerebro del consumidor.

Los efectos del cannabis:

El cannabis es una droga con efectos eufóricos y sedantes.

A corto plazo, hay evidencia de sus dañinos efectos cardiovasculares, respiratorios, psicomotores, déficit de atención, concentración memoria y rendimiento intelectual (de ahí el riesgo de provocar o padecer accidentes bajo sus efectos que pone en peligro no solo su integridad, sino la de los demás).

Sería superficial e irresponsable juzgar el efecto de esta sustancia solo por las consecuencias fisiológicas inmediatas, sin tener en cuenta sus consecuencias psicológicas. El organismo, y especialmente el cerebro guarda memoria de lo que ha suministrado: entonces sus consumo no es aislado, sino más bien acumulativo.

Hay investigaciones en marcha que demuestran como el cannabis provoca el “síndrome amotivacional” que consiste en falta de motivación e interés, apatía, y disminución de la actividad en general del consumidor.

El cannabis, además, amplifica cualquier anomalía o trastorno que padezca el consumidor agravando problemas preexistentes como la depresión, ansiedad, trastornos de la personalidad…

El cannabis produce dependencia. Y como sabemos la drogodependencia produce un deterioro de la libertad del individuo, viéndose incapaz de romper con la droga. Llegado a este punto estamos ante una verdadera enfermedad (que el Código de Salud debería prevenir y no provocar). La drogadicción cambia la personalidad del consumidor, va perdiendo la capacidad de controlar sus impulsos, la tolerancia al sufrimiento, frustración o malestar. Se empieza a destruir sus relaciones afectivas, su vida laboral, en general, su vida, perjudicando también a quienes lo rodean.

El Código de Salud tiene la obligación de velar por el bienestar de los ciudadanos, prevenir cualquier enfermedad o comportamiento que perjudique su salud física y mental, más aún si tal condición supone un riesgo para terceros. La drogadicción es una enfermedad que afecta cada vez a más ecuatorianos y a sus familias, su recuperación es ardua y compleja. Por último, estamos siendo víctimas del narcotráfico. ¿Estamos listos para enfrentar la guerra, el sufrimiento y la muerte que traen las drogas?

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