Las defensas de un tirano

Que no podían ser juzgados por hacer lo que todos los funcionarios en cualquier Estado están llamados a hacer, esto es, cumplir órdenes. En consecuencia, la responsabilidad debería recaer sobre el superior del que emanó el mandato, no sobre quien lo ejecutó. La defensa no tuvo éxito. En parte porque los aliados se preocuparon de excluirla en el Estatuto de Londres del Tribunal Militar Internacional adoptado en 1945. A lo sumo, la defensa de la orden superior podría ser aplicada como atenuante, pero nunca como exención de responsabilidad. La defensa de la orden superior volvió a ser escuchada durante el juicio a Eichmann en 1961, pero tampoco tuvo acogida. Era relativamente predecible que los jerarcas nazis habrían de invocar esta defensa en vista de que el máximo líder de quien emanaron todas las órdenes había muerto en Berlín. Y esto es lo que probablemente movió a los aliados a hacer la mencionada exclusión en el Estatuto de Londres.

Más recientemente, los dictadores latinoamericanos, desde Pinochet y Videla, hasta Fujimori, intentaron invertir la defensa de los jerarcas nazis. No pudiendo argüir que seguían órdenes superiores, pues, ellos eran la máxima autoridad, se defendieron, entre otras cosas, señalando que ellos personalmente no impartieron orden alguna, que los delitos de los que eran acusados habrían sido cometidos por terceros sin su conocimiento, y que no había prueba alguna de que tales infracciones habrían sido planificadas y menos ejecutadas por ellos personalmente. Al igual que la defensa de los jerarcas nazis, la de los dictadores latinoamericanos no prosperó. Ya sea por la vía de aplicar simplemente las tradicionales reglas probatorias de la sana crítica, o los principios desarrollados por el derecho internacional de derechos humanos, lo cierto es que estos líderes no pudieron librarse de su responsabilidad penal por delitos planeados y ejecutados bajo la esfera administrativa de su autoridad política.

Era, además, una defensa propia de cobardes. Tan pronto como perdieron el poder del que tanta gala hicieron y del que abusaron para atropellar a tanta gente y fueron llamados a responder por sus actos corrieron como roedores asustados a esconderse bajo la túnica de la justicia para defenderse con argumentos como los señalados.

No sorprenden por esto las recientes declaraciones de nuestro exdictador durante la indagación penal por el gravísimo delito –este sí de lesa humanidad– de secuestrar a un opositor. Lo único que sí llama la atención es que el jefe de la mafia criolla haya añadido un novel y diríamos hasta cínico elemento a la defensa favorita de los dictadores latinoamericanos: la de la amnesia. Dice no acordarse ni siquiera de quién fue el secretario nacional de Inteligencia. Es como si Obama no recuerde quién fue el director de la CIA durante su gobierno. Las cosas que los cobardes llegan a decir son ciertamente increíbles. (O)

Más relacionadas