Pio XII y Francisco

Alberto Dahik
Guayaquil, Ecuador

Hace poco el Dr. Ricardo Noboa Bejarano, en el diario digital La República, escribió sobre el sacrificio de Pío XII, a quien le tocó ser pontífice durante la época del terrible holocausto del pueblo judío y de la segunda gran guerra del mundo.

Ese artículo, cuya lectura recomiendo, me hizo meditar sobre el problema de lo que debe o no debe decir el papa Francisco respecto de Venezuela.

Habiendo sido nuncio ante Alemania, y conocedor del nazismo, Pío XII fue durante décadas acusado de haber sido simpatizante del régimen nazi, de haberse callado frente a las atrocidades que se cometían contra el pueblo judío, y de no haber tenido la posición que debía tener la Iglesia católica frente a tales crímenes.

Con el paso del tiempo la verdad fue saliendo a la luz, y hoy es reconocido mundialmente que a pesar de que muchos detractores de la Iglesia atacaron la figura de Pío XII, este en forma personal por su actuación y la Iglesia como institución permitieron que se salvaran cientos de miles de judíos.

Hacia fines de la década de 1990, un libro del periodista británico John Cornwell, llamado El papa de Hitler, lo acusaba no solamente de silencio culpable sino de complicidad con el nazismo.

Un libro posterior, del historiador Mark Riebling, titulado La Iglesia de los espías: la guerra secreta del papa contra Hitler, demuestra contundentemente el apoyo secreto del papa Pío XII a varios intentos por derrocar al dictador nazi.

Riebling contó con la evidencia de entrevistas a agencias de inteligencia, así como al FBI, y a personas que escribían las memorias de lo que hacía el papa; y con documentos que fueron desclasificados con el tiempo. Probó en el libro que la estrategia muy bien calculada de Pío XII fue la de trabajar en forma encubierta, más que hacer una oposición visible al régimen de Hitler.

Para el año 2001 ya las cosas estaban claras. El rabino de Nueva York David Dalin propuso que el papa Pío XII sea proclamado “Justo entre las Naciones”. Ese calificativo es el más alto reconocimiento que hace el Estado de Israel a personas que han ayudado a judíos perseguidos.

En el año 2011, rompiendo un silencio que era casi un tabú, el embajador ante la Santa Sede del Estado de Israel, Mordechai Lewy, reconoció la gran obra de Pío XII salvando vidas judías durante la Segunda Guerra Mundial.

Antes solamente Golda Meir se había atrevido, como canciller de Israel, en las NN. UU. en el año 1958, en que murió Pío XII, a reconocer públicamente la labor de protección de dicho papa al pueblo judío frente al genocidio.

Algunos lo vieron con claridad antes, como el rabino jefe de Roma, Israel Zolli, quien se bautizó con el nombre Eugenio, en homenaje a Eugenio Pacelli (Pío XII). Él había sido testigo de cómo en la terrible redada de octubre de 1943 a los judíos de los guetos de Roma, todos los monasterios, orfelinatos, misiones de caridad y casas religiosas de la Iglesia se abrieron para recibir y acoger a los judíos perseguidos.

Las órdenes de Pío XII eran absolutamente discretas, transmitidas a través de su secretario de Estado, el cardenal Luigi Maglione.

Algo similar pasa hoy. Se acusa a Francisco de “no decir nada”, casi de ser partidario del chavismo. Se lo acusa de ser casi un defensor del socialismo siglo XXI. Es sorprendente que cuando fue arzobispo en Buenos Aires fue acusado de apoyar a la dictadura y contribuir a sus crímenes. Tuvo que testificar. Se comprobó lo ridículo de tales acusaciones. Hoy se lo acusa de estar en el otro extremo.

Pregunto: Ante las durísimas y reiteradas declaraciones contra Maduro de la conferencia episcopal venezolana, ¿se ha opuesto el Santo Padre a las mismas? ¿Ha llamado la atención a los obispos?

Pregunto: Si el Santo Padre arremete contra Maduro, y este lo ofende personalmente, o rompe relaciones con el Vaticano, ¿se lograría algo positivo?

La Iglesia tiene 2.000 años, una diplomacia más antigua que la de cualquier Estado del mundo, y una prudencia que exige la naturaleza de esa institución.

El papa es jefe de la Iglesia y es jefe de un Estado. Tiene un doble rol. No puede separarse de ninguno de los dos cuando hay un tema como el de Venezuela. Así como tardaron décadas en reconocerse lo que hizo Pío XII por el pueblo judío, tarde o temprano tendremos la información completa, de lo que hoy la diplomacia exige callar y mantener en reserva, para saber cuán acertada o no estuvo la política de Francisco.

La Iglesia no es el papa. Somos todos quienes la conformamos. Lo que importa es el resultado final, y estoy seguro por haber estudiado la historia de la Iglesia, que todos los que opinan de qué debe decir o callar el papa tienen menos información de la que tiene la Santa Sede. (O)

* Publicado originalmente en el diario El Universo.

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