A la Sra. María Josefa Coronel y la Sociedad de Jesucristo Sacerdote

Steven Neira Camba
Guayaquil, Ecuador

Comienzo manifestando que estoy de acuerdo con el inicio del artículo de la Sra. María Josefa Coronel: efectivamente, como lo dicen los Documentos del Concilio Vaticano II, la Iglesia es el Pueblo santo de Dios, es decir, todos los bautizados, y a su vez, esto incluye, la manera en que éste Pueblo está organizado jerárquicamente. Es decir, aunque el Papa no es toda “la Iglesia”, sí es su cabeza visible, así como los obispos tienen la autoridad de pastorear la grey.

Luego, en mi experiencia personal, jamás he escuchado desde el ambón que un cura que pertenece a la Sociedad de Jesucristo Sacerdote haya manifestado “aversión” al mensaje de Jesús, como lo señala la Sra. Coronel. De hecho, justamente lo que tanto parece molestarle, es que éstos sacerdotes hacen hincapié en las partes más duras de la doctrina de Jesús, porque, como sabemos, si sólo presentamos al Dios que es misericordia, pero anulamos su justicia, habremos desfigurado el Dios que nos vino a revelar Jesucristo. El mismo Jesús que habla de amor, también condena duramente el adulterio (Lc 16,18), y cuando habla de perdón y misericordia no se queda allí, sino que invita a la conversión del pecador. La doctrina de Jesús no puede ser tomada por pedazos para justificar nuestra vida de pecado, sino que, debe ser tomada en su totalidad.

En cuanto a que los “confesionarios perturban el fuero interno”, Sra. Coronel, para eso están. Porque uno no va a confesarse para que le feliciten, sino que va a acusarse de sus miserias ante el sacerdote para que, por medio de él, sea Dios quien perdone nuestras faltas. Ésta ha sido la práctica milenaria de la Iglesia Católica, y si el fuero interno del penitente se mantiene intacto al confesarse, pues habrá que cuestionarse qué clase de arrepentimiento es el que se está llevando al confesonario. Usted habla de la “tragedia” de los divorciados entre comillas, pero le reitero que es una tragedia efectivamente, y así nos lo enseña la doctrina de Jesús, y si a usted le parece que el infierno es “falso”, pues permítame decirle que se ha equivocado de religión. Además, ha sido siempre pública su postura a favor del “matrimonio igualitario”, lo cual es abiertamente contrario a la enseñanza de Jesús y de la Iglesia de la que usted se siente parte. Por lo tanto, seamos claros, en que no puede usted pretender que la doctrina de Jesucristo se amolde a su parecer o conveniencia.

Las reincidencias de la Sociedad de Jesucristo Sacerdote

En cuanto a lo que usted critica, lleva razón en la forma en que muchas veces estos pecados son denunciados, pues en ciertos casos (y no en todas las iglesias que están bajo la tutela de dicha Sociedad) los temas son repetitivos y la gente va a misa para escuchar de Jesús y del Evangelio, no un recordatorio sistemático de la problemática de la ideología de género o del aborto (ambos, legítimos problemas para la sociedad, pero que no deben ser el punto central y constante de las predicaciones) tal como lo enseña el n. 24 de la Constitución Sacrosanctum Concilium del CVII. Su fundador, el P. Alfonso Galvez, publica artículos que, en muchos casos, son perjudiciales para la fe, despotricando abiertamente contra el Papa o desconociendo la autoridad del Concilio. Siendo esto así, los sacerdotes de ésta Sociedad deben reconocer que su fundador está equivocado.

Administran una página de internet llamada “Adelante la Fe”, la cual vivamente desaconsejo, pues vierten insinuaciones negativas y graves contra el Papa Francisco y el Concilio Vaticano II. Pero lo desaconsejo no porque sus denuncias no tengan fundamento, pues en ciertas ocasiones tienen razón en lo denunciado, sin embargo, la forma en que lo hacen alienta a la división y el conflicto, lo cual me parece innecesario para solucionar una problemática que además compete a las autoridades eclesiásticas, y no a la opinión pública.

Concluyendo, sería injusta una amonestación a esta Sociedad, si es que está motivada por el descontento de un personaje mediático, que, además, en la Arquidiócesis de Guayaquil hay problemáticas más serias, como la falta de respeto de parte de un porcentaje considerable del clero hacia las cosas sagradas y la administración de los sacramentos, así como los sincretismos religiosos entre yoga y cristianismo (como el caso de la Asociación Escuela de Autorrealización, que hace poco fue llamada a ordenarse mejor), además de la proliferación de una teología de la liberación que tanto daño ha hecho a la Iglesia y que comulga tan bien con gobiernos socialistas. En fin, si la autoridad eclesiástica considera oportuno castigar a esta Sociedad, bajo el criterio de que hay “extremismos”, pues entonces, que se castiguen ambos extremos. No sólo el que favorece el tradicionalismo, sino también el que promueve una vida moral laxa y la desacralización de la liturgia.

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