¡Qué viva Quito!

Raúl Andrade Gándara
Rochester, Estados Unidos

Cuando Quito era de los quiteños, el pregón y las fiestas, corrida de toros incluida, era una de sus tradiciones más preciadas y alegres. Cuando Quito era de los quiteños, los chagras y los afuereños se unían al grito de Viva Quito sin complejos ni teorías de género. La amistad y el compañerismo prevalecían sobre los complejos y las cuentas vanas.

Una fiesta implica costos, no solo beneficios. Una fiesta acarrea tradiciones y establece obras sociales, y resulta mucho más incluyente que la demagogia y verborrea hoy vigentes. Con una falta de criterio impresionante pero no sorprendente, su majestad Yunda I, evidentemente cegado por su poder temporal, ha considerado invocar todas las razones fútiles para bloquear una tradición no sólo quiteña sino ecuatoriana, sin topar la de fondo: su incapacidad para entender y valorar la quiteñidad que hoy representa gracias a una mayoría dispersa y una minoría desubicada, esa que prefiere la vulgaridad y el morbo a la tradición y la belleza.

El telón de fondo es el odio, el resentimiento racial a la raíz española, al indiscutible y valioso mestizaje, que nos hace acreedores a lo mejor de dos mundos: el español y el indígena. Esta ceguera presente y dolorosa, que nos impide ver más allá de los complejos, busca negar la realidad española sin entender su riqueza, su legitimidad y su abolengo.

Igualmente pesada y cuestionable fue en el pasado la actitud aristocratizante y desdeñosa contra nuestros orígenes indígenas como lo es hoy la pretensión de negar nuestras raíces españolas. Nos han enseñado a vivir en constante conflicto con nuestras raíces por la incapacidad de mirarnos al espejo.

Que los quiteños tomen debida nota de esta nueva afrenta a sus tradiciones y a su ciudad, pero sobretodo a la absoluta falta de respeto a sus valores, sustituidos por pretextos centaveros y deleznables, a pretextos de coyuntura y acomodos de conveniencia, producto de un alcalde sin preparación ni sensibilidad, que ostenta un cargo que hasta hoy le queda grande y que demuestra la ceguera y desunión de los quiteños para elegir a alguien que los represente con legitimidad y no de carambola.

Hago votos porque esta seguidilla de afrentas al legítimo Quito se traduzca en una oposición frontal y decidida contra quienes atentan contra su tradición, su señorío y su distinción. ¡Y que VIVA QUITO !

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