La república de los engreídos

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

Las mujeres policías que fueron secuestradas tuvieron que soportar vejámenes sexuales. Otros miembros de la fuerza pública fueron desnudados y bañados en gasolina. Los militares fueron humillados. A Ambato se le cortó el agua. Nuestra capital fue ultrajada y sus habitantes aterrorizados, todo ello ante la mirada impávida de su alcalde que ahora dice como gran cosa que permaneció ‘imparcial’ durante el saqueo. El incendio de la Contraloría General fue planificado, como lo fueron los daños a la producción petrolera y otros actos de terrorismo. Las pérdidas llegaron a miles de millones de dólares.

Y encima estos señores pretenden ser intocables. Su arrogancia los ha llevado al extremo de presentar en nombre del país una propuesta de modelo económico cantinflesco que resulta que ha sido redactada por un economista que reconoce no saber ni de contabilidad –una de las ciencias más antiguas de la humanidad– ni de cifras. Un perfil que, dicho sea de paso, lo tuvieron casi todos los economistas que trabajaron para instalar el régimen correísta; el régimen más corrupto que hemos tenido y responsable por la quiebra fiscal y moral del país, a pesar de que hoy la dirigencia indígena lo ignora. Es más, en un acto que llena de vergüenza a los ecuatorianos, los responsables de esa ola de vandalismo y de abusos fueron recibidos por funcionarios de la Asamblea para entregarles su propuesta cantinflesca como “proyecto de ley” para que sea debatido por la legislatura.

Sí. Estos señores pretenden ser intocables. Pretenden no responder por sus delitos y menos pagar por los daños que irrogaron tanto al Estado, a la ciudad de Quito y a los particulares. Y en su prepotencia, al puro estilo fascista, ahora amenazan que volverán a provocar una nueva insurrección y ola de vandalismo si no se les da gusto en sus demandas. Envalentonados por el capo de la mafia correísta y aupados por el zonzo paternalismo con el que se ha abordado la problemática indígena tradicionalmente en nuestro país, la actual dirigencia indígena va a intentar entonces un nuevo golpe de Estado. ¿Vendrán otra vez a decirnos que por donde caminan es “territorio indígena” y, por ende, solo su ley es la que aplica? Allí está Evo Morales diciendo, al despedirse, que su pecado fue ser indígena, como si ser indígena lo autorizaba a robarse una elección.

Pero los dirigentes indígenas no son los únicos que no quieren asumir las consecuencias de sus actos. Esta parecería ser la marca distintiva de la sociedad ecuatoriana. Los buseros, los taxistas, los jueces, los empresarios, los sindicalistas, los políticos, los estudiantes, los pelucones, los cholos, los profesores, los padres, los abogados, los futbolistas, los adolescentes, todos –salvo honrosas excepciones– parecen tener su propia ley en nuestro país. Cada uno busca hacer lo que le viene en gana, pero, eso sí, como niños engreídos, se rehúsan a soportar las consecuencias de su irresponsabilidad.

Ah, y siempre, pero siempre tienen un pretexto para incumplir la ley, los contratos o la ética. (O)

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