La Generación 2020

Daniel Lara Farías

Leipzig, Alemania

Sin ánimo de traficar esperanzas, está claro que el final del año 2019 nos ha dejado una buena noticia con la Operación Aurora.

No porque yo sea un golpista desde mi más tierna edad, sino porque estamos hablando de una acción que es, más que militar, generacional. El fusil ha aparecido con rostro joven y palabras ajenas a la dinámica política, no del todo alineadas al pensamiento rupturista ideal, pero sin duda alguna alejada de toda convención partidista unida al “fuerza y fe”, del “vamos bien” o de cualquier tontería fabricada en los laboratorios infectos de la oposición falsaria y prostibularia, esa que cuando no es globovisionera ravelista o gorrinista, es venevisionera novelera y montada en la tarima, dirigiendo una bailanta y esperando la orquídea de plata.

Prefiero referirme a la significación, la no evidente. Prefiero eso, antes que caer en el debate de superdateados expertos militares del periodismo, que son siempre menos acertados que los astrólogos criollos, a la hora de pronosticar, analizar y filtrar “informaciones”.

A pesar del chavismo

Viendo a los jóvenes militares que expresaron sus ideas a través de un video, pasé de prestarle atención a sus palabras -alineadas a la defensa de la constitución chavista- a los rostros. A la edad de esos rostros. Y a la vivencia detrás de cada rostro que se presentó en una proclama leída donde al final, y a coro, se gritó nada más y nada menos: muera la tiranía, viva la libertad.

No es poca cosa. La palabra «libertad» en Venezuela está prohibida y ha sido sacada del lenguaje de los políticos, sin vergüenza alguna. De hecho, cuando escuchamos hablar a los que dicen ser opositores hoy, velada o expresamente sus ideas se alejan de la libertad como concepto.

Por eso, que tres jóvenes militares hablen de libertad, como cierre de su proclama, ya es una buena noticia.

Pero hay algo que no se ve a simple vista ni se reconoce a las primeras. El mayor de los tres oficiales presentes en el video, no llega a los 30 años. Estamos hablando de jóvenes que alcanzan quizás la veintena de años.

Sin información exacta sobre las franjas etáreas de los militares participantes en las acciones conocidas como “Operación Aurora”, debe decirse que en promedio deben estar por los 25 años. Estaban en preescolar cuando Hugo Chávez llegó al poder. Seguramente les tocó estudiar en alguna escuela bolivariana, el algún liceo bolivariano o, aquí si con total seguridad, les tocó pasar por unas aulas de las cuales se había espantado ya toda noción de respeto a las instituciones (donde era más importante Ezequiel Zamora que José María Vargas, donde el Che Guevara sustituía a Rómulo Gallegos y donde la “patria” era un constructo ligado a la palabra revolución, socialismo, chavismo y sumisión).

Son unos muchachos que pasaron su infancia amargados por no poder ver un programa de televisión tranquilos, sin que apareciera Chávez en cadena. Una generación que no supo lo que era un presidente que no insultara a sus adversarios, reales o imaginarios. Una generación que creció escuchando a sus mayores, ideologizados, que los males del país eran culpa del imperio, que Chávez era un líder indiscutible y que la oposición era apátrida y pitiyanqui.

Y a pesar de todo eso, están alzados contra todo eso que les inculcaron.

Una última esperanza

Nunca he sido un traficante de esperanzas y no lo seré a estas alturas. Pero simplemente quiero señalar lo que ya he indicado: estos muchachos insurgen desde esa sociedad adoctrinada, adormecida y sometida por 20 años, donde a veces nos sentimos casi seguros de que el “hombre nuevo” ha sido creado y anda por allí por el territorio nacional, comiendo de la basura pero creyendo aún que Chávez vive y la lucha sigue.

Es decir, no todo está perdido. Porque eso creímos este 2019 cuando una generación de jóvenes exdirigentes estudiantiles se pusieron a la cabeza de una acción civil, desde la AN, para tomar por asalto el poder, según nos dijeron. Por supuesto, claro estaba desde siempre que dicho asalto no era tal, que el cese de la usurpación no era posible desde la aterciopelada acción institucional sin el respaldo lógico para su realización, el respaldo de las armas.

No se veía en el camino una generación militar capaz de ejecutar la acción que se requería. Solo aparecían por el camino los Alcalá Cordones, los Rodríguez Torres y los Cristian Figuera, infectados por los delitos cometidos en todos estos años en el poder. Pero hasta el momento en el que ocurre la «Operación Aurora», no teníamos conciencia de que, en efecto, en el seno de esa casta militar había algo distinto (algo que ya nos habían mostrado el Capitán Caguaripano, Oscar Pérez, los oficiales de las operaciones Armagedon, Gedeón y tantas otras más, que fueron desarticuladas por errores de ejecución donde la participación de actores políticos parece ser el factor común).

Siendo eso lo común en los fracasos, habiendo sido exitosa la acción en esta ocasión, parece claro que no hubo participación, ni siquiera aviso, a factores políticos. Por eso es que andan desesperados los del interinato, del ala falsaria y prostibularia, articulando estupideces. Por eso es que los declaradores frenéticos de siempre, acostumbrados a vivir del negocio de la resistencia, como antes vivieron del negocio del “movimiento estudiantil”. Por eso es que régimen y factores utilizados por la contrainteligencia militar, han lanzado cincuenta versiones distintas que buscan desacreditar las acciones, dejando de lado el incontrovertible hecho de que estos jóvenes tomaron por sorpresa al enemigo, actuando de forma limpia y exitosa, logrando ponerse a salvo y retomar su lucha.

Es más de lo que hizo Juan Guaidó en un año. Es más de lo que hizo Chávez el 4 de febrero del 92.

Y es, en definitiva, mucho más de lo que se ha hecho en 20 años de imposición tiránica de una realidad que durante el 2019 se hizo aún más putrefacta.

Solo queda esperar que las tentaciones caudillistas, el afán de protagonismo y los errores cometidos en el pasado no vuelvan por sus fueros en esta oportunidad. Que existan en algún lugar unos civiles de la misma generación que estos jóvenes, dispuestos a hacer lo que corresponda para lograr la ruptura necesaria que nos lleve a la libertad.

Y que sea lo que Dios quiera.

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