Roberto Ampuero auguró en 2014 lo que pasa en Chile

Hana Fischer

Montevideo, Uruguay

Hace tiempo que quería escribir un artículo sobre lo que está pasando en Chile. Sin embargo, no lo hacía porque no terminaba de entender ese fenómeno, en apariencia, tan repentino. Llamaba poderosamente la atención esa furia, que parecía haber poseído repentinamente a los chilenos, cuando no parecía haber nada objetivo que pudiera justificarlo. Por el contrario, Chile es un imán para los inmigrantes de diversas partes del mundo por su envidiable desarrollo económico. En consecuencia, la situación parecía insólita.

Comentando estas cosas con un amigo, nos contó que Roberto Ampuero (prestigioso escritor y excanciller de Chile) había pronosticado que esto iba a suceder en 2014. Lo hizo durante una conferencia dictada ese año en ENADE.

Ampuero comenzó su disertación parafraseando la letra de la canción de Phil Collins “In the air tonight”, que hace alusión a una “amenaza que acecha desde lo desconocido”. El cantor expresa: “puedo sentirla en el aire viniendo esta noche. Yo he estado esperando por este momento toda mi vida”. Ampuero señala que la canción habla de “resentimientos y ajustes de cuentas”, de “desconfianza que corroe sociedades”.

Hace una analogía entre lo que dice la canción y lo que percibe “en el aire” en Chile. Dice que todos sentimos que algo indefinible se está incubando. “Percibo algo ominoso, como un pájaro de mal agüero, que gravita sobre nuestras sombras”.

Yendo a lo concreto, afirma que la sociedad chilena ha perdido la capacidad de diálogo que “nos está arrastrando a un inquietante vendaval: descalificaciones, la presión, lenguaje soez, soberbia, intolerancia y el resentimiento. No me gusta nada y me inquieta este incipiente clima de odios que empieza a invadir Chile”.

Recuerda que hace cuatro décadas los chilenos vivieron “una etapa semejante, algo que empezó en forma imperceptible como ahora, que desembocó en la larga noche de una tragedia nacional. Y posteriormente, en un extenuante proceso de reconciliación nacional, aún inconcluso. Una tragedia cuyas heridas aún no cicatrizan, y que algunos, en aras de un cálculo político mezquino, insisten en reabrir y exponer”.

Señala que el autoritarismo implícito en el gobierno de Michelle Bachelet estaba fomentando la crispación, polarización y violencia verbal, que impedía ver el presente y soñar el futuro de modo objetivo. “Algo así experimenté en mi juventud, viví un proceso parecido, efervescente, largando consignas al viento. Eso que vivimos bajo un gobierno elegido democráticamente, reformar estructuralmente al país a través de 80 medidas que constituían una verdad sagrada […] Donde una minoría aspiró a hacer un Chile nuevo en nombre del pueblo […] Nos convirtió en un país donde nos costaba reconocernos como conciudadanos”.

Manifiesta que ni las personas ni los países tienen el futuro asegurado sino que se define día a día. Eso debe inclinarnos a ser más prudentes y conciliadores; buscar acuerdos, que siempre implica ceder algo; no tirar demasiado de la cuerda nacional.

Chile no es perfecto pero debemos construir sobre lo que otros ya han edificado. Reconocer lo bueno que hizo el antecesor sin importar si compartimos su misma ideología. Hemos hecho una transición democrática ejemplar, hemos sido responsables en lo económico, hemos reducido sustancialmente la pobreza.

Se pregunta, «¿por qué si hemos hecho las cosas bastante bien nos encontramos en esta situación?».

Responde que algunos reducen esta situación a las tensiones entre igualdad y libertad. Pero no son las únicas. También influye la historia reciente, las ideas y la cultura entendida como el clima que habitamos.

¿Por qué la izquierda, que con la caída del muro de Berlín sufrió una debacle espantosa, tiene una fuerza brutal y las fuerzas del mercado y la libertad que fueron las que triunfaron, están hoy a la defensiva?

Considera que eso se debe a la atmósfera cultural. Principalmente porque no se procesó la historia reciente de forma integral. Ha quedado la idea de que los únicos malos fueron los que violaron los derechos humanos durante la dictadura. El “nunca más” alude a los militares y deja de lado a los otros, que también violaron derechos humanos e incentivaron la violencia; ignoramos algo también esencial: el “nunca más” a aquellos que apuestan a polarizar, que desprecian y asfixian al debate democrático, que denigran al que piensa diferente, que dividen a los chilenos entre buenos y malos.

Esa (des)formación es la que se les inculca a los jóvenes, recalcando esa convicción en las clases, ensayos, telenovelas y mesas redondas.

Ampuero subraya que esa es solo una parte de la historia. El no contarla completa y dejar que triunfe el “relato” de la izquierda, es lo que nos está pasando la cuenta como sociedad. Porque si usted no asume la historia, ella regresa y lo asalta en el recodo del camino y le pasa la factura ya sea como individuo o como país.

Lo que hizo posible la noche oscura de la década de los 70, fue el clima de odios, crispación, polarización, división y peligro de guerra civil que hubo entre 1970-1973, que se pretendió imponer cambios revolucionarios bajo la excusa del supuesto mandato popular. Con empanadas y vino tino (para captar a las masas populares) pretendía refundar el país.

En resumen -dice Ampuero- creo que no aprendimos como nación una lección clave: a la libertad y a la democracia, antes que con medidas políticas, se las liquida con palabras.

La raíz del problema es que en Chile en 1989 no analizamos el significado de la caída del Muro de Berlín. Estábamos tan sumergidos en nuestro propio proceso de retorno a la normalización democrática que ahí teníamos enfocadas todas nuestras energías. Por eso no estudiamos el proceso en los países europeos comunistas hacia sociedades libres. Su denuncia de la brutal violación de los derechos humanos y las condiciones opresivas de vida que predominaba en esas regiones.

Por eso-acota- estamos pagando el precio de no haber expuesto en 1989 lo ocurrido en los regímenes comunistas, lo prolongado de esas tiranías y haber dado la batalla por las ideas. No hubo en Chile la capacidad para festejar el haber recobrado la libertad en nuestro país y simultáneamente, celebrar que en los países tras la cortina de hierro se estaba produciendo un fenómeno análogo.

Tampoco hubo un esfuerzo intelectual para analizar las causas del comunismo a nivel planetario. Eso produjo un déficit cultural que perdura hasta el día de hoy en Chile. Por eso, mientras en otras partes no se quiere ver al comunismo ni en figuritas, en Chile se lo sigue viendo como una alternativa inspiradora; que el modelo cayó por algunos errores menores en su implementación.

Ampuero subraya que a diferencia de los que defienden un Estado fuerte e intervencionista, los que piensan diferente no dan la batalla por las ideas. Creen que lo suyo son los números y el de la izquierda las ideas. Asumen que el gran desarrollo económico que ha tenido Chile en los últimos decenios, el descenso pronunciado de la pobreza, deben por sí solos recibir un apoyo abrumador de la sociedad.

Es un error que se está pagando caro. Los defensores de la libertad no han realizado las tareas de la batalla por las ideas. El adversario en cambio, siguiendo las indicaciones de Antonio Gramsci, sí las hace.

Ampuero termina su alocución expresando que “ojalá Chile recupere la fórmula que lo hizo ejemplar en el continente: madurez y estabilidad política. Acuerdos transversales abiertos al diálogo, proyecciones del futuro a través del consenso. Debemos recuperar la cultura de la convivencia democrática y aprender a vivir nuestra unidad en la diversidad. Es hora de recomponer las confianzas rotas y tal vez de ese modo” logremos evitar los males que se palpan en el aire.

Estas palabras fueron expresadas por Ampuero en 2014. Lamentablemente, parece que no fueron tenidas en cuenta.

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