La internacionalización de la discusión sobre Venezuela

Samuel Uzcátegui

Quito, Ecuador

Desde hace un par de años, el conflicto venezolano se ha posicionado como uno de los temas más discutidos internacionalmente, sobre todo en la región latinoamericana. Las discusiones mutan entre las distintas aristas del problema, pero en su mayoría, siempre caen en el lugar común de darle un tinte político a una crisis humanitaria.

Diferentes mandatarios y aspirantes son presionados por sus adeptos para posicionarse con respecto al caso venezolano y al darle un trato meramente político al conflicto, dejan de lado el 90% de los problemas. Venezuela es un caso de estudio amplio, requiere de lecturas muy profundas. Al ser reducida a la típica discusión de izquierdas y derechas, se pierde la capacidad de hacer llegar el verdadero mensaje, que es que todo un país lleva 21 años sometido por un modelo fallido y eso no es justificable, así los representantes de dicho modelo compartan tu ideología política.

Entre tanto ruido que existe sobre el conflicto en Venezuela, se ignoran factores determinantes al retratar un panorama tan superficial. En ocasiones, ciertos grupos legitiman al dictador Nicolás Maduro como presidente por querer mostrarse en contra del ‘imperialismo de Estados Unidos’ y del intervencionismo. Pero suelen ignorar la presencia de Rusia y China dentro de Venezuela, brindando apoyo militar y participando en la minería ilegal, destruyendo patrimonios de la humanidad tales como el Parque Nacional Canaima.

También hay quienes defienden al chavismo solo por ser de izquierda y dicen ser feministas o miembros de la comunidad LGBTQ+, pero ignoran el hecho de que en Venezuela el aborto está penado y los métodos de planificación familiar son escasos por la destrucción de la producción nacional y las trabas a la importación. Tampoco existe el matrimonio igualitario y mucho menos permiten que las personas trans cambien de nombre. Además, el uso de la homosexualidad como burla para desestimar a opositores ha sido utilizado por el chavismo desde sus inicios, sobre todo en campañas presidenciales, como cuando los jerarcas del chavismo llamaban en el 2013 maricón y ‘Capriloca’ al candidato Henrique Capriles Radonski.

También existen distintos líderes políticos, como Alexandria Ocasio-Cortez, Bernie Sanders, Rafael Correa, Pablo Iglesias y otros, que actúan como negacionistas de una crisis humanitaria al afirmar que las sanciones estadounidenses son el detonante de todos los problemas del país. Mientras que Maduro invierte $50 millones de dólares en compra y fabricación de armamento. Maduro y su cúpula denuncian no poder importar alimentos y medicinas por el embargo de Estados Unidos, pero los automóviles Toyota fueron el tercer objeto más importado directamente por el Estado venezolano en 2019. Hay plata para carros de última generación y renovar las flotas de las instituciones públicas, pero no para invertir en hospitales.

Los mismos líderes mencionados y muchos más también, en algún momento de sus vidas -unos recularon, otros no- llamaron a Chávez defensor de la democracia. El chavismo, desde su llegada al poder, no ha hecho más que sabotear la democracia y culpar a otros por sus fracasos. El 4 de febrero 1992, mostraron por primera vez sus dotes antidemocráticos al intentar llegar al poder con una sanguinaria intentona golpista buscando matar al presidente Carlos Andrés Pérez, pero su memoria selectiva no les permite ver eso. De igual manera, ciertos defensores de la democracia que con tanta fuerza y entereza critican la influencia de los militares en la política, apoyan a Nicolás Maduro, quien ostenta el poder por la única y exclusiva razón de haber comprado la conciencia de los jerarcas de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

Muchas de estas personas, además de ser pro-Maduro, también son anti-Trump. El deseo de querer llevarle la contraria a Donald Trump en todo lo que hace genera este tipo de lecturas vacías, llenas de ignorancia y complicidad. Esto ocurre cuando los líderes profesan opiniones que hacen ver al mundo en puros binarismos y no se permite la subjetividad. Se puede estar en contra de Trump, de lo que es y de lo que representa, y también agradecer lo que ha hecho él y su administración por el pueblo de Venezuela, sea mucho o sea poco, desde donde quieran verlo.

También existen ‘periodistas’ como Ignacio Ramonet, que alaban excesivamente al chavismo y hacen entrevistas complacientes, mientras los derechos de sus colegas son irrespetados por la dictadura. Periodistas presos, como Jesús Medina Ezaine (liberado después de año y medio en una cárcel militar), otros expulsados del país como Jorge Ramos, cientos de medios de comunicación cerrados, empezando con RCTV en 2007 y censura y agresiones de los cuerpos de seguridad a los que reportean en protestas.

Mientras que los palangristas de RT, Sputnik, The Grayzone Project, Telesur y las decenas de agrupaciones que lucran con el Estado venezolano se regodean siendo parte de los mecanismos propagandísticos del chavismo. Niegan los asesinatos en protestas, los 351 presos políticos, la crisis humanitaria, la presencia de grupos chavistas armados, los 5 millones de migrantes, las milenarias desapariciones forzosas y cualquier arista del problema para forjar e internacionalizar la narrativa de que el mundo miente sobre Venezuela. En eso se basa el chavismo. En negar, en rechazar, en disimular, en fingir demencia y asumir el rol de víctima.

Evidentemente, en la discusión de reconocer a Juan Guaidó no hay un motivante político atrás, y se puede entender hasta cierto punto la duda de algunos mandatarios al plantearse reconocer al presidente Guaidó porque eso implicaría asumir posición en una confrontación diplomática sin precedentes, en donde todos tienen intereses en juego. Lo que sí resulta inaceptable, es que se aborde toda la crisis venezolana de una manera vaga y banal por verlo todo como Maduro vs Guaidó.

La internacionalización de la discusión debe ir más allá de los binarismos. Más allá de defender una bancada y un tren de pensamiento. De cercenar discusiones y poner parches en todas las vertientes del problema para solo ahondar en lo político y no pensar en los verdaderamente afectados. De ningunear los legítimos intentos del pueblo venezolano por buscar la libertad solo porque Maduro y Chávez son sus aliados ideológicos y están en contra de Trump y Bolsonaro. La razón por la que hablar de Venezuela resulta tan polarizador es por el mismo carácter ideológico que se le ha dado a la conversación desde el día uno. Es muy distinto hacer un señalamiento al chavismo o a cualquier otro grupo responsabilizándolos por la crisis venezolana, que caer en la misma trillada discusión sobre bandos políticos.

 A aquellos que no hacen más que dedicarse a ver y separar el mundo entre izquierda y derecha, les digo que de nada sirve una ideología cuando una vida se desecha. Venezuela es más que una lucha de pareceres políticos. Sepánlo.

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