Guaidó, la gira de las fotos

Samuel Uzcátegui

Quito, Ecuador

Han pasado casi dos semanas desde que el presidente interino Juan Guaidó salió de Venezuela para realizar una gira internacional y reunirse con sus aliados. Al principio, se planteaba como un nuevo desafío de Guaidó hacia la dictadura, al violar la prohibición de salida del país que le dictó el Tribunal Supremo de Justicia chavista el año pasado. Y también, como un intento de recuperar capital político al reunirse con los mandatarios de los países aliados en búsqueda de desarrollar un plan a seguir para remover a Nicolás Maduro del poder. Ahora, parece una gira que se reduce a tomarse fotos con líderes para aparentar respaldo y legitimarse frente a un pueblo que cada vez duda más de él y de lo que representa.

La pasada por el Foro Económico Mundial en Davos dejó mucho que desear. En sus primeras declaraciones se veía una escalada en su discurso. Denunció las alianzas del chavismo con Hezbollah, que lleva años con presencia en Venezuela y criticó a distintos países europeos por comerciar el oro venezolano, oxigenando a la dictadura económicamente y permitiéndoles mantener sus turbios negocios con los que compran la lealtad de los militares de alto rango. Pero luego su contundencia fue disminuyendo, y ni las fotos con Trudeau, Macron, Merkel o cualquier otro político influyente bastaron para recuperarla.

Tampoco lo hizo la reunión multitudinaria con miles de migrantes venezolanos en Madrid, donde dio un discurso pidiendo disculpas de rodillas y reconociendo sus errores. Un discurso que toca fibras sensibles funciona muy bien, sobre todo para alguien como el presidente Guaidó que no es un buen orador, pero más allá de eso, fue populismo puro y duro. Más de lo mismo. Otra raya más para el tigre. Pedir disculpas después de todo un año de dejarse influenciar por el tóxico círculo de la oposición venezolana y de malgastar el mayor capital político que un líder opositor ha tenido desde que llegó el chavismo al poder hace 21 años, no es suficiente. Mucho menos si no hay una estrategia transparente que siga a esa disculpa. De nada sirve pedir disculpas si no se planea cambiar.

Lo único memorable de la gira de Guaidó son las fotografías. Con el ministro, el canciller, el encargado de negocios, la oposición, el oficialismo, etcétera. Fotografías en sus reuniones con los venezolanos en el exterior, fotos, fotos y más fotos. Con Raymundo y todo el mundo, pero al final del día ninguna significa nada. Tomarse una foto con Macron no es un avance para Venezuela. Reunirse con Santiago Abascal no es un avance para Venezuela. Hablar con Trudeau y plantear que Cuba sea parte de la solución no es un avance para Venezuela. Hacer un mitin en Miami con la diáspora no es un avance para Venezuela. De nada sirve tomar y exhibir fotos con personalidades de la política internacional cuando se mantiene el secretismo al hablar de la línea a seguir por parte de su administración. Ya reconoció sus errores, pero no dice como va a enmendarlos.

Y los supuestos analistas políticos miden la vara del éxito de la gira de Guaidó dependiendo de con quien se toma las fotos. Si no se toma foto con Almagro, entonces fracasó. Si no se toma foto con Donald Trump, automáticamente significa que Trump ya no confía en él. Esa capacidad de análisis tan nula y ese repetido lugar común en el que todos caen muestra la calidad de la escena política venezolana en la actualidad. Las fotos no representan nada, ni para bien ni para mal.  Guaidó no parece un presidente, parece un turista. De nada sirve una selfie con miles de migrantes venezolanos atrás si no se tiene un plan para construir un país en donde dichos exiliados puedan volver.

Las fotos son meramente superficiales. Una foto con Trump no garantiza absolutamente nada. Y los que siguen pensando en una intervención militar tendrán que despertar y entender que Estados Unidos no hará ninguna movida bélica en Venezuela, mucho menos cuando Trump se enfrenta a un juicio político y busca la reelección. Que la salida tendrá que buscarse por otra parte y que por ahora esa responsabilidad pende en nuestras manos. Guaidó no podrá despertar nuevamente la presión interna con protestas multitudinarias luego de sus repetidos fallos, pero en Venezuela se dan una veintena de protestas diarias de una manera orgánica, mostrando que un pueblo puede unirse sin andar esperando comandas del supuesto mesías salvador.

Tampoco se puede apoyar a ciegas la vía electoral planteada por la dirigencia opositora, sobre todo cuando no existen las condiciones necesarias y sería repetir el mismo error de las últimas veces, que es confiar en la buena fe de una sanguinaria cúpula que ha dejado bien claras sus intenciones. Entre denuncias de corrupción y pugnas internas de poder entre los supuestos lideres de la causa libertaria, Venezuela se derrumba a pasos agigantados. Ni los mejores intentos de la población que busca paliar la crisis son suficientes, y no podemos ser conformes y permitir que sigan pisoteando el país. El fracaso de Guaidó es el fracaso de todos los venezolanos, debemos permanecer críticos y permitir que exponga el plan del que lleva meses dando antesalas, pero no podemos darle el poder de condicionar nuestras vidas con sus patéticas decisiones. La cara más joven de la política venezolana ya envejeció, y si no se adapta a la magnitud de la amenaza, tendrá que dar un paso al costado y permitir que se sumen las nuevas propuestas.

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