
El movimiento indígena ecuatoriano paralizó este sábado la ciudad de Quito, con decenas de marchas y piquetes, algunos muy violentos, mientras en el centro de la ciudad libraban una nueva batalla campal frente a las fuerzas del orden.
Los principales choques estaban teniendo lugar, como en días anteriores, en el parque del Arbolito y alrededores, lugar de la concentración de los indígenas y cercano a la Asamblea Nacional y de otras instituciones nacionales.
Las granadas de estruendo, los gases lacrimógenos y gas pimienta disparado por las fuerzas de seguridad, así como los cohetes lanzados por los manifestantes sumieron a la zona en un auténtico campo de batalla donde era imposible ver el final de la calle por las cortinas de humo blanco y gris que provocaban las detonaciones.
Antes del mediodía, los manifestantes habían empezado a extraer del suelo todo bloque de cemento, palo o instrumento que sirviera para construir barricadas e impedir con ello las cargas policiales desde el otro lado de las barreras visuales de humo.

«No paren, no paren», decían los movilizadores de una cadena de cientos de personas que descargaban, como si de un ritual se tratara, materiales de combustión para las hogueras desde camiones de abastecimiento.
De ellos extraían, cajas de frutas de madera y cartón, libretas viejas de estudio, papeles de todo tipo, y cualquier material que sirviera para avivar las llamas cuyo humo ayuda a paliar los efectos de los gases lacrimógenos.
En el parque, situado sobre la Avenida 6 de Diciembre, se dieron cita miles de indígenas -mayores y pequeños, hombres y mujeres- que operaban a modo de hormiguitas repartiendo comida y bebida entre los manifestantes.
También, ofrecían ayuda a cualquiera que lo necesitara y proveían de materiales a las líneas más adelantadas y combativas, a las que hoy se sumaron seguidores de sindicatos y otros grupos de oposición.
Los disturbios en Quito han recrudecido desde la «traición», explicó a Efe una mujer que repartía sandwiches de jamón y queso, al describir lo que consideró una treta de los organismos de seguridad el viernes, en la plaza de la Asamblea Nacional.
Sin identificarse, esta mujer natural de Quito explicó que después de muchos disturbios y «represión», les permitieron llegar pacíficamente hasta la sede parlamentaria para ejercer el derecho «a un gobierno por el pueblo», y cuando estaban sentados comenzaron a lanzarles gases lacrimógenos.

La Policía ha empleado masivamente medios antidisturbios para aplacar las protestas y frenar el avance de los manifestantes hasta los organismos de Gobierno que querían tomar, entre ellos, la Asamblea y el Palacio de Gobierno, desde hace días completamente blindados por efectivos de seguridad.
En la ola de disturbios se han registrado unos 850 heridos, según las distintas fuentes. Los indígenas hablan de cinco muertos, mientras que el gobierno reconoce uno y no acepta responsabilidad en su muerte.
Frente a las cargas policiales de los últimos días, los indígenas decidieron expandir el área de su protesta en la capital y desde primera hora bloquearon cruces y carreteras en el norte y sur, creando de facto un cerco que impedía la entrada y salida con libertad.
En otros lugares han salido en procesión por las principales avenidas y bloqueado las calles y, de acuerdo a informaciones no contrastadas, han tomado también algunos centros comerciales.
La respuesta ha sido una paralización casi completa de la ciudad, en la que apenas circulaban vehículos, el servicio de transporte estaba interrumpido, los taxis eran escasos y los pocos comercios que habían abierto esta mañana echaban el cierre hacia el mediodía.
Los bloqueos y manifestaciones también se repiten por el resto del territorio ecuatoriano, lo que ha provocado problemas de abastecimiento de alimentos en combustible en varias provincias.
EFE
