Opinión

Soleá por blues

Bernardo Tobar Carrión
Quito, Ecuador

Con la cara sombreada de lamento, esculpida a golpes del destino, cruzada por un gesto de dolor por existir, una mujer con 70 y largos años sube al escenario y recibe el micrófono como si se tratara de una posta al Cielo. Se le ilumina el rostro y un no se qué transforma su mueca sufrida en la expresión más acabada de la alegría de vivir; el corazón le late al compás del bajo, cuya vibración es la suya. Ahora se contonea, en medio del cortejo de acordes, vive, gobierna, hipnotiza. Ha hecho arte de su grito reprimido; la dureza le ha templado las cuerdas de la voz; retenerla a punto de llanto, rebelde, le ha dado ese color que no es técnica, ni ensayo, ni solfeo de conservatorio.

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Opinión

Soleá por blues

Por Bernardo Tobar
Quito, Ecuador

Con la cara sombreada de lamento, esculpida a golpes del destino, cruzada por un gesto de dolor por existir, una mujer con setenta y largos años sube al escenario y recibe el micrófono como si se tratara de una posta al Cielo. Se le ilumina el rostro y un no se qué transforma su mueca sufrida en la expresión más acabada de la alegría de vivir; el corazón le late al compás del bajo, cuya vibración es la suya. Ahora se contonea, en medio del cortejo de acordes, vive, gobierna, hipnotiza. Ha hecho arte de su grito reprimido; la dureza le ha templado las cuerdas de la voz; retenerla a punto de llanto, rebelde, le ha dado ese color que no es técnica, ni ensayo, ni solfeo de conservatorio. […]