Gabriel García Márquez
Gabo manda a trabajar a los periodistas que esperan noticias de su salud
García Márquez «está de muy buen humor», según su chofer
Hospitalizan a Gabo en México
Homenaje al amigo
Álvaro Mutis y yo habíamos hecho el pacto de no hablar en público el uno del otro, ni bien ni mal, como una vacuna contra la viruela de los elogios mutuos. Sin embargo, hace 10 años justos y en este mismo sitio, él violó aquel pacto de salubridad social, sólo porque no le gustó el peluquero que le recomendé. He esperado desde entonces una ocasión para comerme el plato frío de la venganza, y creo que no habrá otra más propicia que ésta.
El García Márquez más íntimo llega de la mano de Plinio Apuleyo
Treinta años del Nobel
Bogotá, Colombia
La noche del 20 de octubre de 1982 recibió Gabriel García Márquez una llamada de larga distancia en su casa de México. Le hablaron en inglés y le dieron una noticia que lo dejó trastornado. Como Mercedes Barcha, su mujer, no había regresado aún de una visita y él necesitaba compartir la noticia con alguien, corrió en busca de Álvaro Mutis y, al llegar a la casa del escritor tolimense, se prendió del timbre. Cuenta una crónica de Juan Gossaín que se produjo entonces el siguiente diálogo:
Rinden homenaje a García Márquez en México
La Soledad de América Latina
Quito, Ecuador
En su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, llamado «La Soledad de América Latina», Gabriel García Marqués intentaba explicar la realidad asombrosa de este continente desde su descubrimiento. Para describir el manejo del poder, en cierto momento alucinante de su discurso, García Marqués recordaba: “El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial”. Eso era, precisamente, el realismo mágico.
En algún lugar de la mente, de cuyo nombre de no puede acordarse
Nueva York, Estados Unidos
“Continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentaneamente capturada por las palabras, pero que habria de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita.
Gabriel García Marquez, ‘Cien Años de Soledad’.
Treinta años después, como tantos otros también, tengo claro aún el asombro por la hechicera narración de los recuerdos del coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento. Impacta el arranque de Cien Años de Soledad por su mérito intrínseco como construcción literaria excepcional -presente, pasado y futuro entretejidos y resueltos en una perífrasis de obligación- y por su simultáneo valor agregado como aperitivo, marcapaso y directriz del episodio oceánico que telonea. Es a no dudarlo -pese a la disensión general de Jorge Edwards sobre la novela- una de las más grandes aperturas literarias.
