
Cuando todo esto termine…
Por Jorge Ortiz
Fue un brindis de sangre. Un año antes, el 30 de septiembre de 2010, una protesta policial en reclamo de salarios y condecoraciones había sido convertida por la eficiencia sin escrúpulos de los propagandistas oficiales en un secuestro, un amago de golpe de Estado y, al final, hasta en un intento de magnicidio. En los meses siguientes, todos los esfuerzos por probar esa teoría fracasaron, al extremo de que los respectivos procesos judiciales derivaron, uno tras otro, en exculpaciones y sobreseimientos. Pero el 30 de septiembre había sido atacado un hospital y, claro, hubo muertos. Un año después, el 30 de septiembre de 2011, todavía no se sabía quién ordenó ese ataque y, por lo tanto, quién se manchó las manos con la sangre de esos muertos.