Taiwán reafirmó su camino soberanista

Ricardo Israel

Santiago de Chile, Chile

La semana pasada escribí para INFOBAE que era de las elecciones más importantes de su historia y no una más, ya que definía si en Taiwán avanzaba la unificación o el independentismo, pero este 13 de enero ya se pronunciaron los electores y el resultado no debe haber gustado en Beijing, por lo que seguramente viene más presión y agresividad.

En la tercera victoria consecutiva del Partido Democrático Progresista (DPP) William Lai (Lai Ching Te) fue electo presidente y continuará la línea política de la actual mandataria, por lo que para la China continental es un “separatista”, y en plena campaña, el ministro de defensa prometió aplastar cualquier paso hacia la independencia. Por su parte, Xi Jinping repitió lo que se ha venido diciendo desde 1949, que la unificación era “inevitable”.

En todo caso, hubo cierto equilibrio de fuerzas, ya que con 40,2% el vencedor no logró la mitad más uno, el Kuomintang alcanzó el 33,4%, y 26,3% fue para el tercer candidato del Partido Popular (TPP). El consuelo para Beijing estuvo en el legislativo, donde la oposición obtuvo la mayoría, lo que va a obligar a un proceso de mayor negociación, a diferencia de lo que hoy ocurre. Los 113 integrantes se repartieron en 52 para el Kuomintang que derrotó al oficialismo (DPP) que tuvo 51, el TPP con 8 y dos independientes.

¿Qué esperar? Mas tensión, probablemente nada como un ataque militar a Taipéi, pero quizás algo intermedio, como podría ser una acción contra aquellos islotes taiwanese deshabitados que están a pocos kilómetros del continente. Las consecuencias de un conflicto serian mayores que lo que Irán y los hutíes están haciendo en estos días al comercio internacional en el mar Rojo, ya que Taiwán es un importantísimo actor de la economía global, sobre todo por su poderosa industria de semiconductores de alta gama.

Antes, fue la Formosa del imperio portugués, pero no hay duda de que en 1949 era parte del territorio chino, cuando Mao derrotó al Kuomintang, y dos millones de ellos se instalaron en Taiwán encabezados por el Mariscal Chiang Kai-shek, y en un problema incluso hoy no del todo resuelto, se impuso a la población nativa la obligación de ser chinos, lo quisieran o no.

Los japoneses se habían ido, pero ahora llegaron los perdedores de la guerra civil, que gobernaron Ley Marcial mediante, ley que rigió por décadas. Fue un empate más de la guerra fría, ya que ambos, nacionalistas y comunistas argumentaban ser los gobernantes legítimos, tanto de la isla como del territorio continental, aunque con el paso del tiempo, cada vez fue más evidente que era mayor el peso de Beijing y la Republica Popular.

Fueron dictaduras, tanto el totalitarismo maoísta como Taipéi, que además tuvo un gran desarrollo económico a partir de la década de los 60s, como integrante de los llamados tigres asiáticos. Mientras gobernó Chiang fue así, aunque con el transcurso del tiempo fue solo autoritario, para que después de su muerte se evolucionara hacia la democracia, lo que se aceleró cuando el Kuomintang fue derrotado en las urnas. A partir de las primeras elecciones directas en 1996, se han celebrado siete rondas presidenciales con tres cambios de partido gobernante, muestra del éxito en la transición.

En la actualidad la República de China o Taiwán es un país de libertades, plenamente democrático. Antes no lo era, y a partir de la visita de Nixon a Beijing en 1972 y su notable transformación en un gigante económico, y, sobre todo, de que Estados Unidos lo reconociera como el único y legitimo representante chino, incluyendo el asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, hubo un acuerdo tácito que existiría una oficina de representación diplomática de Taiwán, pero que no tendría las características de una embajada. Hoy, Beijing ha logrado que solo 13 Estados sigan reconociendo oficialmente a la isla como el legitimo representante de China.

También, el acuerdo garantizaba que USA los defendería y que la China continental no haría nada para alterar esta situación. Funcionó durante décadas, mientras USA actuó sin complejos como superpotencia y China fue débil. Comenzó a cambiar a medida que USA perdió la voluntad de ejercer ese poder y el resto del mundo se dio cuenta. También, en este siglo China priorizó su cuarto y último proceso de modernización, el de sus fuerzas armadas, hoy, imparable.

Desde entonces, Beijing ha incrementado su confianza en sí misma, prácticamente coincidiendo el 2022 la mal aconsejada visita de Nancy Pelosi a Taiwán y muy poco después, el Congreso del Partido Comunista, consagró el proyecto geopolítico de que China reemplazaría este siglo a Estados Unidos como el principal superpoder del mundo. Fue la misma cumbre partidaria donde Xi sustituyó con su dictadura personal a la colectiva que había estado presente desde la muerte de Mao.

Una foto del folleto proporcionada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Taiwán muestra a la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi (C), siendo recibida por el Ministro de Relaciones Exteriores de Taiwán, Joseph Wu (L), cuando llega al aeropuerto de Songshan en Taipei, Taiwán, el 2 de agosto de 2022. Pelosi aterrizó en Taiwán en la noche del 02 de agosto, el funcionario estadounidense de más alto rango en visitar la isla en 25 años, a pesar de las fuertes advertencias de China en contra de la visita. (Estados Unidos) EFE/EPA/Ministerio de Asuntos Exteriores de Taiwán

En otras palabras, somos testigos tanto del aumento del poder chino como de su agresividad hacia Taiwán. El partido gobernante y la línea política ahora ratificada apuntan a la independencia, lo cual es inaceptable para Beijing.

Sin embargo, el DPP no se presenta como independentista, sino que solo lo hace como partido soberanista, y salvo la retórica y sentirse más taiwaneses que chinos, no ha dado ningún paso hacia la independencia, pero las amenazas militares apuntan a disuadirlos de hacerlo. A Beijing le hubiese gustado el triunfo del Kuomintang, ya que los hijos y nietos de los enemigos de la guerra civil les son mucho más aceptables, toda vez que siguen manteniendo la ficción que solo hay una China, agregando que ellos son la alternativa legitima y que algún día reemplazarán a los comunistas.

En todo caso, este triunfo electoral coincide con una China que cada vez le presta menos atención a lo que se dice de ella en el extranjero, y al parecer, en el caso de Taiwán, dan a entender que Washington no debieran meterse en un asunto que ellos consideran estrictamente chino. Es decir, crece una posición de autoafirmación de su poder, y, por el contrario, se argumenta que, durante la mayor parte de su existencia milenaria, China ha sido más poderosa que Occidente, lo cual es cierto, agregando que lo que ahora está pasando es simplemente justicia y reparación de una dependencia que sienten abusiva hasta la aparición de la República Popular en 1949.

Bajo Xi Jinping, China se ha orientado al nacionalismo, a la legitimación geopolítica y no solo económica, y parecen están disfrutando su nuevo estatus. Taiwán es crecientemente un tema de distanciamiento con occidente en general, y con EE. UU. en particular.

Oportuno recordar lo relatado por Henry Kissinger, quien en la visita de Nixon en 1972 le preguntó al primer ministro Zhou En Lai por la revolución francesa, recibiendo como respuesta que era “demasiado pronto” para tener una opinión. Esa cultura milenaria sigue viva y no tiene nada que ver con Marx, además de la alabada paciencia, es ese cemento confuciano lo que le da a China una fuerza distinta a lo que fue la URSS, lo que junto a su fortaleza económica la hace un rival totalmente distinto, compacto y sólido, que en la visión conceptual del historiador francés Fernando Braudel, sería un caso notable de “historia larga”, de obra actual sobre un pasado milenario.

China hoy rechaza la “contención” que quiere aplicarle USA, en imitación a la estrategia que diera resultado contra la ex Unión Soviética. No le gusta, ya que le parece que no respeta suficientemente lo que es China hoy, cuyo ascenso no debiera ser detenido, porque China solo estaría siguiendo la senda de las modernizaciones iniciadas por Deng Xiaoping en 1979. La meta sería el reemplazo de Estados Unidos, y para lo cual estoy convencido que tienen como fecha el 1 de octubre del 2049, por ser el centenario de la fundación de la República Popular China por Mao Zedong.

Por lo demás, el camino que están siguiendo no está oculto para todo aquel que lo quiera ver, ya que no es otro que seguir paso a paso lo que USA hizo para desplazar a Gran Bretaña al despuntar el siglo XX.

Es también una China que ve como un verdadero regalo que la guerra de Ucrania le haya entregado en bandeja a Rusia, todavía importante aprovisionador de sus fuerzas armadas, además, poder nuclear con la voluntad de usar esa fuerza en forma táctica. Para Beijing es un hecho de proporciones históricas, ya que anteriormente, bajo los zares y el comunismo, fue su rival. Hoy, es su dependencia y disminuida, en otras palabras, el equivalente a lo que sería Europa para EE. UU.

Es una China que roba tecnología, y que por razones comerciales y de dinero, tiene importantes apoyos en USA, no solo Apple y las grandes transnacionales, sino también Hollywood, la NBA, y las universidades de elite, rendidas ante las generosas cantidades que reciben desde allá. Todo un problema de seguridad nacional, que USA se resiste todavía a verlo como tal, es decir, no un socio, sino un rival en todo el sentido de la palabra.

El presidente chino Xi Jinping (c-i) y el presidente ruso Vladimir Putin (c-d) en la ceremonia de bienvenida antes de las conversaciones Rusia – China en el Kremlin en Moscú, este 21 de marzo. EFE/EPA/Pavel Byrkin /SPUTNIK / KREMLIN POOL

China ya debe haber tomado nota que las sanciones fracasaron en detener la agresión rusa, y, por el contrario, hoy parecería que le está ganando la guerra en territorio ucraniano a la OTAN, sanciones que cuando se les imponen a ellos les irritan, ya que creen que la ley de EE. UU. no debiera aplicárseles, toda vez que no reconocen que sea permitido por el derecho internacional.

En forma creciente, China y EE. UU. dejan de ser socios para ser solo adversarios, rival que considera, que el sistema internacional del cual tanto se ha beneficiado, no es del todo legítimo y lo quiere reemplazar por uno en el que su dominio sea evidente, quizás parecido a los BRIC, donde lo único seguro es que no hay lugar para ningún liderazgo de USA.

Donde no se ocultan las ambiciones y se desea que todos se enteren, es en su prensa en inglés, no solo en Hong Kong, no solo la escrita, sino toda la variedad que ofrecen internet y las redes sociales. A todo nivel, es cada vez más trasparente el deseo chino de ser la principal superpotencia, por lo que hoy se expresan más en términos geopolíticos y menos, en términos económicos, al parecer, etapa ya superada, nave que ya abandonó el puerto.

No es algo nuevo, es solo que ahora tienen la voluntad y los medios para actuar en forma más agresiva. Al respecto tengo una evidencia personal, ya que el 2005 viajé a Shanghai a una conferencia bianual del Comité de Fuerzas Armadas y Sociedad de la International Political Science Association, ciudad en la que había gigantografías y en inglés para que el extranjero se diera cuenta, agradeciendo la visita de una delegación del Kuomintang taiwanés, siendo lo único importante que ambos pensaban que había una solo China en contra de los independentistas, hoy en el poder.

A lo anterior, se agregó algo sorprendente para un simple encuentro académico, toda vez que nada menos que un expresidente del país y encargado de la comisión militar del partido lo inauguró. Le escuché que entre las misiones de los militares estaba la estabilidad del país, que explicado por él tenía sentido adicional por el caos creado por la Revolución Cultural, sin lo cual es imposible entender todo lo que hoy ocurre.

Es también la diferencia de China vista por los chinos antes que, por los extranjeros, una realidad a la cual crecientemente el mundo exterior tendrá que acostumbrarse, y si alguna duda existía, creo que los chinos hicieron un gesto que para ellos tiene mucho sentido, y que pasó casi desapercibido en occidente. Pusieron fin a la llamada “Diplomacia de los Pandas” al negar su continuación a algunos zoológicos que se incorporaron en los 1970s, con el regalo de estos valiosos y escasos ejemplares.

No sabemos que nos deparan los próximos años, pero es evidente que hay incapacidad para entenderse mutuamente y se necesita la guía de nuevos conceptos, ya que Beijing no está satisfecho con el estatus quo, lo que pone en peligro la paz. De partida, se carece de líneas rojas en suficiente número, ya que nosotros sabemos cómo ellos reaccionan ante Taiwán, pero ellos desconocen el equivalente para USA, quizás porque no se los ha dicho.

Washington tuvo claridad como actuar con Rusia en Ucrania, pero no la tuvo en algo menor, como los globos espías chinos. No solo influye su creciente poder, sino que también critican diciendo que lo que se les propone no les concita interés, tal como acontecería -por ejemplo- con el cambio climático.

Las divisiones internas de EE UU hacen que Beijing huela debilidad. Sin duda, todavía USA es el número uno, pero las distancias se reducen, realidad que no sufre cambios, aún si continúa el actual deterioro económico en China. Por su parte, la militarización que Beijing ha hecho del Mar de China, al transformar a simples roqueríos en pistas de aterrizaje, a pesar de fallos en contra de la Corte Internacional de Justicia, muestra su voluntad en preparación para la guerra si no contra USA, al menos para invadir Taiwán.

¿Se está preparando EE. UU.? No hay seguridad. Y ese es el principal problema para confrontar a China. Beijing carece de dudas, pero Estados Unidos parece estar lleno de ellas. Y sin creer en sí mismo, sin unidad interna, difícilmente el país va a poder liderar a la parte del mundo que le es cercana.

La principal batalla previa que tiene ante sí, para seguir siendo la principal superpotencia, es la de unir su casa, hoy dividida por su guerrilla interna, ya que, sin unidad de propósitos, no es mucho, salvo esa guerra que nadie desea, que USA puede hacer por Taiwán, al estar perdiendo disuasión.

William Lai celebra tras ganar las elecciones presidenciales en Taiwán. EFE/EPA/DANIEL CENG

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