
Gadafi y el realismo mágico
Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial. He recordado la primera línea de “El otoño del patriarca” mientras examino las fotografías que traen las agencias de prensa de los rebeldes libios entrando en la fortaleza de Bab-al-Aziziya, abandonada después de una noche de bombardeos de la OTAN sobre Trípoli. Como en la novela de García Márquez, los atacantes son unos jóvenes que no han conocido en toda su vida más gobierno que la dictadura de cuarenta y dos años de Moamar el Gadafi; y cuyos hijos no habrían de conocer otro gobierno que la dictadura de su hijo, Asaf el Islam, si no fuera porque ellos estaban entrando en ese momento, a sangre y fuego, en esa fortaleza en la que nadie les opone resistencia.