Una mirada al Festival de Ballet de Miami

 

La décimosexta edición del Festival Internacional de Ballet de Miami se ha llenado de nombres que son referentes en la escena de la danza clásica y ha otorgado merecidos premios algunos de sus representantes. Tres sedes de la ciudad el coliseo de Broward, el Amaturo Theatre y el Colony Theatre acogen a agrupaciones de Europa y América.

El País informó que entre los participantes se encontraron en la Noche del Ballet Italiano a dos jóvenes agrupaciones experimentales: el Balletto Teatro de Torino y la Gabriele Rossi Dance Company; Luna Negra de Chicago, que dirige el valenciano Gustavo Ramírez Sansano hizo un programa concierto donde repuso una obra ligada a otro artista español: el violonchelista y compositor conquense Luis Felipe Serrano, de quien se oyó su partitura Two and One for Mr. B, coreografiada y bailada por Sansano y que ya se viera en el Festival de Cannes (donde fue premiada). La música de Serrano fue seleccionada hace tres años por los críticos musicales locales como la mejor nueva música creada expresamente para bailar. Con el paso del tiempo, línea melódica y baile se han asentado convirtiéndose en algo que todo estreno moderno ansia: convertirse en repertorio activo y estable. La tarraconense Mónica Cervantes hizo un vibrante Bolerode Ravel, ideado por Sansano con trajes muy teatrales de Diego Tortelli.

En las galas, verdaderas maratones de miscelánea, habría que destacar al rumano Dinu Tamazlacaru (del Ballet de la Opera de Berlín con su recreación vintage del solo de Taras Bulba y a la pareja del Ballet Nacional de Hungría Eniko Somorjai y Mate Bako que bailaron exquisitamente la pieza Wie lange noch?, sobre música de Kurt Weill coreografiada atinadamente en lo plástico por Krzysztoff Pastor, una promesa de la Europa del este que actualmente ya es coreógrafo principal de la Opera de Varsovia. Un crítico francés señalaba que resultaba paradójico: que para ver a estos artistas europeos en su esplendor, se tuviera que atravesar el océano atlántico, como que es verdad, no existe en el panorama festivalero del viejo continente ningún evento que permitiera desplegar el abanico del talento del ballet en todas sus corrientes sino que, obsesionados sus directores con un equivocado concepto de lo vanguardista, relegaban evidentes demostraciones de talento. A misa.

La presencia española en el festival podía parecer simbólica: una bailarina del Ballet de la Comunidad de Madrid y un solista de baile español, pero al final se ha impuesto por su calidad tanto de baile como de presencia escénica este ultimo: el madrileño Sergio Bernal (del Ballet Rafael Aguilar), de 23 años, que resalta ya por encima de promesa como un sobrio, virtuoso y potente artista de la danza española, proyección en la que ya algunos ven a un segundo Joaquín Cortes, o mejor, a la cima de su propia generación, muy preparada y listos para comerse el mundo. Bernal encandilo a los críticos y al auditorio del Jackie Gleason Theater, el primer día de gala con un solo de Escuela Bolera titulado El último caballero, imaginativa coreografía de Antonio Pérez que rescata toda la batería de pasos, combinaciones y estilística del gran ballet español de tradición. En la gala final Sergio Bernal bordo la Farruca del Molinero de El Sombrero de Tres Picos según la coreografía canónica de Antonio Ruiz Soler. En la obra de Pérez se acompañó de las castañuelas y de música barroca. Unas delicias de buen gusto que permiten al bailarín ir del detalle preciosista a la bravura y ponen en bandeja su versatilidad. Pedro Pablo Pena anuncio que Bernal es ya uno de las estrellas seguras el cartel de las galas del festival en Los Ángeles 2012, donde también se entregaran por primera vez los nuevos premios internacionales de coreografía e innovación estética. También en 2012 el festival de ballet de Miami se abre por primera vez a Nueva York con una gala de clausura con artistas del ballet europeo y latinoamericano: «si hablamos de globalización en todos los aspectos de la vida moderna, el ballet empezó bastante antes a operar ese concepto», puntualiza Pena.

Las principales premiaciones de 2011 se centraron en América del Sur. El galardón Una vida por la danza fue a manos de la brasileña Marcia Haydee, actualmente directora del Ballet del Teatro Municipal de Santiago de Chile y que fuera musa de John Cranko en el Ballet de Stuttgart (que también dirigió a la muerte de su maestro). El otro reconocimiento fue para la mexicana Gloria Contreras Ciudad de México, 1934), que trabajara junto a George Balanchine e Igor Stravinski (que la adoraban, elogiando siempre su humanística y cultura musical) en el New York City Ballet entre 1956 y 1964. Contreras dejo su carrera de éxitos para volver a su país y fundar en Taller Coreográfico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Antes, en 1958, comenzó en Nueva York a crear algunos ballets memorables, como su versión delHuapango de Pablo Moncayo que se vio en la función del domingo pasado para constatar su brillantez y vibrante actualidad del material coréutico. En su discurso, esta pequeña gran mujer dijo: «Ser premiada en los Estados Unidos es emocionante; en este país aprendí todo lo que se de ballet, junto a Stravinski y Balanchine, sí, pero también junto a muchos otros latinos que luchaban por saber y abrirse camino. Gracias Nueva York existo como artista, pero también gracias a la danza, a Bach o a Schubert, a una expresión que n o entiende de clases ni de fronteras y que es lo que mejor representa al hombre, lo que más lo eleva».

Otro premiado, el historiador de ballet, crítico y director de la revista internacional BALLET 2000, el italiano Alfio Agostini, uno de los saberes enciclopédicos más reconocidos y en activo de la cultura internacional de la danza, afianzo la idea de que el Festival de Ballet de Miami es una bisagra única entre continentes y entre expresiones artísticas: «el ballet evoluciona aceleradamente y aquí no venimos solamente a ver pas de deux académicos, sino a ver diferentes formas experimentales alrededor de la danza como gran arte de futuro».

 

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