Causa para la rebeldía

Por Bernardo Tobar Carrión

En muchas ciudades de varios continentes la gente expresa su protesta. La llaman indignación, resistencia, cabreo, pero ¿tiene esta rebeldía una causa común? En Wall Street cuestionan la codicia de los banqueros; en Oriente Medio quieren elecciones; en Chile reclaman educación pública y gratuita; en Ecuador movilizan las libertades amenazadas y la inseguridad; en España, el desempleo; en Grecia, la debacle fiscal. La lista es larga. Y aún en cada país hay facciones, provincias, comunidades con su propia agenda. Hay de todo, desde quienes piden más intervención estatal para controlar la ambición desmedida, los que piden lo contrario, por interferir en las libertades civiles, hasta quienes piden sencillamente que los políticos se vayan a su casa.

Esta rebeldía mundial, de causa diversa, se ha dado en coincidir espontáneamente en los tiempos, a pesar de las distancias, las fronteras, las diferencias culturales, la aparente desconexión de sus argumentos, apenas visibles puntas con raíz en las profundidades insondables de la libertad humana. Indudable que la conectividad digital ha obrado el milagro de la lluvia que cae sobre semillas dispersas, haciéndolas germinar a un tiempo, pero el origen está en la semilla, no en el agua. ¿Qué origen es este? Pues un Estado omnipresente, tan grande y soberano, que ni ve la punta del iceberg, ni tiene capacidad de maniobra.

El poder constituido está en el eje de esta turbulencia, que va cobrando visos de tornado universal. El Estado ha fallado, en mayor o menor grado, en cumplir la promesa que mantiene a los ciudadanos pagando impuestos y sometidos a una autoridad a cambio de un objetivo que cada vez luce más lejano. Sea el desempleo, la afectación de una reserva natural, la calidad de la educación, la crisis hipotecaria, pasando por reescribir la historia o autorizar la habitabilidad de la casa de la que no es dueño, el poder público se ha transformado en padrino de bautizo, novia y dote del matrimonio, señor de propiedades y vidas, portaestandarte del ADN ciudadano, socio mayoritario de todo emprendimiento, con los políticos de cualquier signo soñando en planificarnos el destino. Si hay algo en común en todas las latitudes, es la progresiva expansión de las competencias públicas, en detrimento inversamente proporcional de las libertades ciudadanas. Y los resultados son pobrísimos: se ocupa de tanto que nada hace bien, ni siquiera lo que debería garantizar de modo esencial: seguridad, normas jurídicas que se cumplan, salud y educación públicas, atención especial a los más necesitados.

Las protestas anuncian los síntomas terminales de una forma de Estado omnipresente, ineficaz, al servicio de sí mismo, que será sustituida por una forma nueva de organización política, que alguna se necesita, dedicada a los objetivos básicos señalados, en que los ciudadanos se emancipen de las tutorías y rectorías públicas, recuperen sus libertades y se responsabilicen de construir su propio futuro. Parafraseando a Clemenceau, habría que decir que el progreso social es una cosa demasiado seria como para encargársela a los políticos.

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1 Comment

  1. Creo que movimientos como 15m en España, percisamente lo que están haciendo es tomar las riendas. Decir hasta aquí ha llegado la partitocracia Estatal, mi opinión cuenta, yo decido. La mayoría (no todos) adopta una posición de izquierdas, nada liberal. Pero no están en la calle reclamando pasivamente un subsidio. Están responsabilizándose de su voto y pidiendo explicaciones.

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