Por Bernardo Tobar Carrión
Luego de Chone tuvimos que parar con frecuencia para preguntar y confirmar direcciones. Gente amable mirando pasar el día a la vera del camino, vendedores de coco, frutas, pan de yuca, lazarillos del transporte público, transeúntes, gestores de donativos, todos ofrecían solícitos las indicaciones hacia el destino, a falta de señalización vial. Así, preguntando, llegamos a Puerto Cayo, en tambo de almuerzo, sin apenas una covacha en la zona de playa donde recargar baterías con un ceviche, ese plato ecuatoriano bendecido, que salvo algún desastre culinario siempre se deja. Nos atrevimos también con un pescado, pero a esa gente voluntariosa, decidida a sobrevivir, nadie le ha enseñado el valor de tratarlo con cariño y cobrar en consecuencia. Poca viruta a cambio de viruta.
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