Decenas de miembros de la Fuerza Aérea de Estados Unidos destacados en Irak volvieron este martes a pisar suelo estadounidense para ya no regresar a una guerra que, tras decenas de miles de muertos y ocho años de contienda, ahora toca a su fin.
Desde el pasado día 15, cuando tuvo lugar la ceremonia de arriada de la bandera en Bagdad, se ha dado por concluida oficialmente una guerra que comenzó en 2003 con el objetivo de derrocar a Sadam Hussein y encontrar unas armas de destrucción masiva que, como se demostró después, nunca existieron.
Más de un millón y medio de estadounidenses han servido en Irak, y más de un millón y medio de familias sufrieron en la distancia la incertidumbre de tener a un ser querido a miles de kilómetros poniendo en juego su vida.
Hoy, en Baltimore, los familiares de los últimos aviadores destacados en Irak esperaban ansiosos para volver a verlos, esta vez con la seguridad de que no regresarán al país árabe.
Paralelamente, en la Base Aérea de Andrews (Maryland) tuvo lugar otra ceremonia en la que el general que dirigió la retirada de las tropas, Lloyd Austin, entregó al presidente Barack Obama la bandera del Ejército que fue arriada en Bagdad la semana pasada.
En el aeropuerto de Baltimore se congregaron familias y algunos superiores de la Fuerza Aérea para dar las gracias y las felicitaciones a los aviadores por haber servido a su país y haber podido regresar a casa.
La madre de la Mayor Stacey Shafran, Carol, esperaba junto a su marido la llegada de su hija, que desde hace seis meses estaba operando en el país árabe.
«Es el mejor regalo que podrían hacerme por Navidad», confiesa la señora Shafran visiblemente emocionada.
«Ver a mi hija aquí de nuevo es un sentimiento que no puedo explicar. Para una madre es muy duro saber que su hija está en medio de una guerra, pero también me siento muy orgullosa de lo que ha hecho tanto por Irak como por Estados Unidos», añadió.
La Mayor Shafran le contó a sus padres hace más de diez años que quería servir en el Ejército estadounidense, y también ha servido en distintos periodos en la guerra de Afganistán.
Entre carteles y globos de colores llenos de consignas los militares cruzaban un pasillo de saludos, besos, sonrisas, y alguna que otra lágrima de alegría, sabiendo esta vez que no dejan atrás a ningún compañero en peligro.
Pese a que los últimos soldados estadounidenses salieron anteayer de Irak en dirección a Kuwait, aún quedarán 157 militares, junto a un pequeño grupo de marines, para proteger la Embajada de Estados Unidos en Bagdad.
El pasado 21 de octubre el presidente de Estados Unidos anunció la retirada completa de las tropas estadounidenses del país árabe, después de que en septiembre de 2010 concluyera la retirada de las tropas de combate.
Obama pidió entonces al país que agradeciera a los miembros de las Fuerzas Armadas el sacrificio que han hecho durante estos años por Estados Unidos.
La guerra de Irak ha costado a Estados Unidos más de 800.000 millones de dólares, y ha acabado con la vida de 100.000 iraquíes, según la ONG Iraq Body Count, y con la de más de 4.400 soldados estadounidenses, a los que habría que sumar otras muertes de la coalición internacional.
La pasada semana el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, viajó a Washington para reunirse con el presidente estadounidense, en la que se comprometieron a mantener la colaboración entre los dos países tras el conflicto y el comienzo de «un nuevo capítulo» en la relación.
El Irak que dejan las tropas estadounidenses, declaró el mandatario estadounidense, es «soberano, autosuficiente y democrático» y goza de un fuerte crecimiento económico.
Pero la ausencia de las tropas estadounidenses ha suscitado entre algunos analistas el temor a que resurja la violencia, o a que el vecino Irán aumente su influencia entre la mayoría de población chií. EFE
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