América para los americanos

Por Martín Santiváñez Vivanco
Lima, Perú

Carlyle tuvo razón cuando sostuvo que Bolívar, el Libertador, era una especie de “Washington de Colombia”, un líder cuya voluntad unionista superaba el carácter desintegrador de sus opositores. La visión panamericana de Bolívar colisionó con la creciente exaltación soberana de las nuevas repúblicas, interesadas en fortalecer el nacionalismo instrumental. Surgió entonces la doctrina Monroe como barrera ante los posibles excesos de las potencias extranjeras: “América para los americanos”.

En este marco de fraternidad idílica estalló hace treinta años la guerra de las Malvinas, provocada por el oportunismo del dictador Galtieri, un caudillo secundario que no dudó en rasgar la caja de Pandora del nacionalismo infringiendo todas las leyes de la estrategia militar. No nos engañemos. El nacionalismo será invocado hasta que el problema obtenga una solución definitiva. He allí la razón por la que el peronismo (incorregible según el “tímido irresponsable” que era Borges) ha utilizado con profusión la carta de las Malvinas. Si algo ha demostrado Cristina Fernández es que su gobierno aspira a mimetizarse con la coyuntura, en el marco tradicional del populismo latino.

Ante semejante volatilidad política, el Reino Unido ha optado por el blindaje militar (es difícil sorprender a “la pérfida Albión” dos veces). Argentina, por su parte, sólo tiene como opción la vía diplomática y para ello cuenta con la simpatía del continente. Sin embargo, la excesiva politización del tema llevada a cabo por el kirchnerismo puede pasar factura. Si en el plano de las relaciones internacionales el apoyo es constante y sólido (MERCOSUR, el ALBA, la CAN, el CELAC, Brasil y Chile a título estatal), frente a un conflicto real, Argentina no cuenta con aliados seguros. La traición del gobierno peronista de Carlos Menem al Perú durante la guerra del Cenepa ha provocado que el único país que envió armas a Buenos Aires el 82 (10 Mirage M5, Exocets, etc.) se ciña estrictamente al lenguaje diplomático. Por lo demás, ante una hipótesis de guerra, es improbable que Brasil mueva un destructor para salvar a su socio en el MERCOSUR o que Chile sacrifique un avión por sus vecinos andinos.

En el caso latino, instrumentalizar el frente externo para influir en la política interna es un arma de doble filo. Tras la apoteosis nacionalista vino el fin de Galtieri. Bien haría la presidenta Kirchner en analizar las lecciones históricas de su pueblo. A veces, el pan para hoy es hambre del mañana.

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