Fiartes-g, un espacio fundamental para Guayaquil

Por Aníbal Páez
Guayaquil, Ecuador

El FIARTES-g sin temor a equivocarme, es el encuentro teatral con mayor permanencia y regularidad que se haya gestado en Guayaquil. Su importancia radica, más allá de la tenacidad con la que sus organizadores lo han llevado a cabo a pesar de las continuas trabas para la consecución de financiamiento por parte de las instituciones públicas y privadas, en la fundamental tarea de generar un espacio de diálogo entre creadores y espectadores a partir de una selección inteligente de trabajos, que le han permitido hacer lo que hasta ahora ninguna institución estatal, ni semiestatal ha podido: construir un público.

En una ciudad atiborrada de eventos escénicos en el sentido más superficial del término, donde la cultura del entretenimiento ha marginalizado toda propuesta que constituya cuestionamientos artísticos donde ética y estética se impliquen intrínsecamente, un encuentro como el FIARTES-g resulta un espacio esencial en términos artísticos y pedagógicos, ya que es a la vez presencia y representación de una lógica de producción contradictoria a las leyes del mercado.

Eso se reconoce en su programación, donde se elige traer, para situar un ejemplo significativo, un elenco de diez teatristas peruanos de la talla de “Yuyachkani” -perfectos desconocidos en términos mediáticos- que han recorrido el mundo entero durante cuarenta años exponiendo artísticamente las tragedias e injusticias del Perú -comunes por desgracia para toda América Latina- y, cuyos costos, únicamente de movilización, bastarían para programar tres monólogos de la Mofle, que en taquilla generarían el doble de lo que diez funciones de aquel.

Estamos hablando aquí de la ética de sus organizadores, de Zona Escena, de sus integrantes, de sus colaboradores; de las personas que desde hace quince años iniciaron un proceso de construcción de un espacio para la alteridad y la confrontación desde el arte, con la posibilidad de que, como sociedad, nos veamos reflejados en esas teatralidades que nos devuelven una mirada otra de nosotros mismos y nuestras certezas, para cuestionarlas. Espacio de transgresión al fin, que refresca la escena no sólo guayaquileña, ya que se articula en red con el ya tradicional festival de Manta y otras itinerancias en Quito y Cuenca para citar sólo algunas sedes que se van sumando.

Tomando en cuenta el escaso presupuesto con el que se cuenta -acaso el acierto de la escena latinoamericana es haber convertido a la precariedad en insumo potenciador de su creatividad- el festival ha apostado, históricamente, por las poéticas que sintetizan en su conformación, todo el bagaje de una tradición, sobre todo de este lado del continente, que dialoga con las influencias que vienen principalmente de Europa en una dialéctica asimilación/cuestionamiento; aceptación/desconfianza -como bien lo define Jaime Gómez Triana, teatrólogo cubano de recurrente participación en el festival y piedra angular en el proceso de memoria y sistematización del mismo- que ha provisto de singularidad y personalidad propia, a nuestras teatralidades.

Todavía nos quedan cinco días de encuentro. Sus organizadores han decidido priorizar la asistencia masiva de los espectadores dando ingreso gratuito a todos los espectáculos, así como a mesas de diálogo, talleres especializados y foros de discusión. Así que la invitación es para todos, hasta el 11 de septiembre, a la sala experimental del Centro de Arte, a dejarse con-mover por un teatro que nos convoca necesariamente a la diversión, a la risa, a la reflexión, al encuentro/desencuentro de nosotros mismos.

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