Por Bernardo Tobar
Quito, Ecuador
Decir que la Constitución actual es garantista es jugar con espejos, pues la garantía no es más que el derecho subyacente que protege, y este ha sido en gran parte mutilado; a mayor poder del Estado y más amplia su esfera de intervención y control, hilo conductor de la vigente Ley Suprema, disminuido queda, en proporción inversa, el derecho de las personas a tomar decisiones; y la línea de Montecristi, tan sinuosa en otras materias, en esta apunta sin ambigüedades ni concesiones -ni siquiera cuando están en juego los derechos de la naturaleza-, hacia la omnipresencia de la autoridad, concentrada en el Ejecutivo. Si en algo toda la izquierda estuvo y sigue estando de acuerdo es en eso que llamaron con pompa la recuperación del Estado, la divisa misma de ese caballo de Troya -más exacto, de Alfaro-, que en su cuerpo escondía la limitación de la libertad individual.
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