La renuncia papal

Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

¿Cómo hubiera sido acogida la renuncia al papado de Pio XII a mediados de los años cincuenta del siglo pasado? Eugenio Pacelli, Pio XII murió en octubre de 1958. 1955 hubiera sido un año probable entonces para su retiro manteniendo la comparación con el actual Papa Benedicto XVI. La renuncia del Papa en esa época hubiese llenado también de sorpresa al mundo entero dividido por la guerra fría. Pero lo más seguro es que hubiese habido una aceptación respetuosa y sobre todo un tomar en serio la decisión papal sin hacer caso de otras posibles explicaciones. Simplemente el Papa habría renunciado por razones válidas que había que respetar. Quizá solo alguna revista de izquierda ilustrada habría sacado conclusiones con el escándalo de la posible participación del cardenal Pacelli con los nazis en la II Guerra Mundial como causa de su dimisión. Esta participación por cierto hubiese sido refutada con el recuerdo de su famosa Encíclica «Mit brennender sorge» del año 1937 en que condenaba al nazismo y que fue prohibida en Alemania por el régimen de Hitler y además por su reconocido apoyo a los judíos en plena persecución nazi. En América Latina otros hubiesen en cambio alegado la firma de un Concordato con el tirano Rafael Leonidas Trujillo, dictador de República Dominicana y en cambio la excomunión del Caudillo Juan Domingo Perón en Argentina. Pese a todo, el contexto internacional hubiese sido de aquiescencia y de respeto.

Todo lo contrario de hoy. Estamos en pleno conflicto de múltiples interpretaciones. Desde quienes alegan que la dimisión ha sido resultado de un enfrentamiento con las fuerzas ultras y sórdidas del Vaticano donde el Papa habría reconocido su soledad hasta los que alaban este acto como una decisión responsable y lúcida y sobre todo de desapego al poder terrenal. No se trata de nostalgia por los años 50. La comparación histórica se hace para entender el presente no para negarlo.

Vivimos en una época de globalización, secularización y si se quiere, de relativismo. «Vivimos en una lógica cartográfica» que anunciaba José Luis Martín-Barbero hace más de diez años, de continuo rediseño de mapas vitales, económicos, culturales. Ello hace que nadie tenga un sitial exclusivo o que esté aparte de las guerras de este mundo, incluidos los papas y la iglesia católica. Todos estamos expuestos al juicio de todos. La difusión de escándalos financieros o de pederastias no perdona a nadie por más santo que se proclame. Es noticia, incluso en el sentido más condenable de la palabra. Y forma parte del espíritu de la época la homogenización de todo lo cualitativo en términos de cantidad, de medición. Que el Papa pueda congregar millones a su paso, como en la época de Juan Pablo II, como manifestación del catolicismo, no protege de que los trapos sucios no puedan ser sacados e incluso aumentados. Las reglas del juego son para todos. Frente a ello, ¿no es más eficaz la serena meditación, el apartamiento de este mundo, las exigencias del trabajo teológico, la espera del diálogo con el Otro?

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en HOY.

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2 Comments

  1. SU ULTIMA LECCION
    Si todos aquellos que llevan el encargo de dirigir una entidad de mayor tamaño,tuviesen la valentía de reconocer su incapacidad para seguirla gobernando o dirigiéndola,otro seria el destino de aquellas entidades, llámense estas empresas,instituciones,comunidades o gobiernos.Reconocer la incapacidad de control cuando se les ha ido de las manos por permisibles,por exceso de confianza,por descuido absoluto es valentía pundonor, mínimo sentido de responsabilidad.Seguid el ejemplo y la patria les quedara agradecida.

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