Diga señora ley

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Yo no quiero ser el primer gil que caiga en las fauces de la nueva ley. Por eso me voy a preparar, a adoctrinarme bien con la flamante normativa, porque a estas alturas y habiéndola leído, tengo que reconocer, con honestidad, que soy un pobre y triste. Chiro y deprimido, quiero decir, no me insulten. Porque el trabajo va a estar escaso y las investigaciones, lo más sabroso del periodismo, prácticamente ausentes. Ahora mismo estamos velando a Vanguardia.

En busca de nuevos rumbos tal vez le pida asesoría a Freddy Ehlers, el flamante consejero espiritual para el Buen Vivir. Yo quiero transmitir con mis palabras esa misma paz que transmite Freddy con su mirada. Tener la misma sombra que da su sombrero, y por eso me compré uno, aunque no es de paja, porque de niño me daban en la mano y me decían que eso es malo. Y que me enseñe a Bien Escribir, una rama inseparable del Buen Vivir. Porque si se vive bien, se escribe cosas bonitas. Y si se vive mal, se pueden escribir también cosas bonitas, para que la gente se olvide o no les pare bola a las feítas. ¿Captan la profundidad? ¿Miden la hondura del pensamiento? Yo no, porque no cargo regla.

No quiero y no pretenderé ser el Assange o el Snowden ecuatoriano, porque les va mal. Miren a ellos, que deben ser los sujetos que han dado la información más relevante de los últimos años en todo el mundo, y terminan recluidos en espacios minúsculos, por tiempo indeterminado, cuando es su deseo irresistible de venir a nuestro país, para gozar de las ventajas que tiene este paraíso de la libertad de información. Al menos eso creen, porque no entienden el español, obviamente, y cuando les dijeron linchamiento mediático, habrán entendido que van a lonchar, porque ya es mediodía. Yeah. Good. Nice Ley, fue una declaración que pude averiguar gracias a mis contactos con Juan Falconí, hasta hace poquito vecino de esta columna y hoy, anfitrión de Julián en Londres.

¿Para qué seguir sus pasos? Ellos no entienden que lo único que se permite filtrar en el Ecuador es café, y eso, con dos de azúcar. Esa tolerancia revolucionaria que se le aplica a ellos, solo es a ellos. A nadie más, y eso, porque fregaron a los gringos. Si revelaran secretos de Rusia, estuvieran pidiendo asilo en Madagascar. Y si revelaran secretos de Ecuador, su mejor escondite estaría junto a Pegaso.

Así que, como me perdí las lecciones de periodismo responsable del presidente, lo que me queda es tener una reflexión prolongada en el Tíbet, un lugar con un silencio tan profundo como el que emana con tanta perfección nuestra Asamblea, para que me conecte con la inmaterialidad y consiga que mi espíritu vuele sin necesidad de tener adentro los 10 inofensivos gramos de marihuana, que ya son de todos. Fuera malos pensamientos. Fuera ganas de joder. Fuera acuciosidad maliciosa. Fuera preguntas capciosas. Fuera investigación linchadora.

Así, limpio, quiero regresar. Listo para emprender una nueva etapa del periodismo ecuatoriano del que seguramente Juan Montalvo no se sentiría muy orgulloso, pero del que, se los firmo, una larga lista de viejos y nuevos corruptos ya se están matando de la risa.

* Marlon Puertas es Editor Nacional del diario HOY. Su texto ha sido publicado originalmente en ese diario.

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