La excusa Siria

Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

No hacer nada en Siria por parte de las potencias occidentales parece ser hasta el momento la mejor solución para la crisis de la región. Siria es un problema y cualquiera que intente entenderlo en su complejidad corre el riesgo de quedar con las manos atadas. Parece que no hay más opciones que escoger entre George Bush II o Bachar al  Asad. El presidente Obama no es ciertamente Bush II pero se ha convertido aparentemente en la sombra más allá de la cual no puede saltar.Y tampoco, hay que insistirlo, es Ronald Reagan que apoyó a Iraq, el de Sadan Hussein, en su guerra contra Iraq en 1986, pese a que había evidencias de que el primero de los países había utilizado armas químicas.

En cuanto a escoger a Bachar al Asad resulta imposible a no ser que sea por importantes razones geopolíticas como Putin. No hay mucho espacio en el mundo para el romanticismo de las guerras coloniales. Peor si llega a establecer que en  verdad  usó gas sarín. Hay que recordar las palabras del Papa Francisco al respecto en el Angelus Dominical: “Les digo que tengo aún fijas en la mente y en el corazón las imágenes terribles de los días pasados. ¡Hay un juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones al que no se puede escapar.”

Muchos de los que están en contra de la intervención militar de los EEUU en Siria lo hacen por razones pragmáticas. ¿Servirá para algo el lanzamiento de misiles durante tres e incluso cinco días contra las instalaciones militares sirias? ¿Va a disuadir a Bachar al  Asad en realidad? Sería necesaria una intervención prolongada e incluso terrestre cuyos costos  nadie quiere enfrentar. Iraq fue suficiente.  Como decía un indignado ciudadano estadounidense: ¿para qué vamos a  gastar nuestro dinero en arreglar problemas de otros a quienes no les interesa en modo alguno hacerlo?

Más allá del despechado cinismo, la frase tiene una relativa objetividad: ni el Gobierno sirio ni los rebeldes tienen la capacidad de imponerse al otro ni militar ni políticamente. Están en una especie de empate forzado que ninguno puede romper.

En la guerra civil siria se afrontan múltiples conflictos. Como anotaba Javier Solana, el de sunitas y chiitas que atraviesa toda la región con actores como Arabia Saudí e Irán. Esta multiplicidad de conflictos terminará por agotar a Siria en todos los sentidos, política, económica y moralmente. De ahí la admonición papal de que tampoco una intervención arreglaría las cosas. “La guerra es la cosa más vil de la vida” afirmaba el Príncipe Andrei en Guerra y Paz de Tolstoi, sepultando la ingenuidad de quienes la justifican en nombre de principios.

¿De dónde podría venir una mediación en el supuesto caso de que los bandos enfrentados quisiesen aceptarla?

Un posible comienzo podría venir de Irán. El actual presidente de ese país, recuerda Solana, planteó en su campaña un programa claro sobre la economía y la participación de Irán en la comunidad internacional incluido su papel en el ámbito nuclear. Ello podría iniciar un consenso entre los actores que hoy intervienen en Siria de una u otra forma.

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en HOY.

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