Los drogos

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

¿Quieren hablar de drogos?¿De su más reciente descalificación pública? ¿Del mensaje  mal dado que una muestra suya de rechazo vale menos de alguien que no lo sea? ¿De su etiquetación basada en prejuicios trogloditas ? Bueno, hablemos de drogos.  Si alguien pensó que son fácilmente detectables porque se visten de determinada manera, normalmente desfachatada, tienen el cabello largo, ojeras por haber dormido poco, cargan una guitarra al hombro y hablan a veces alto, a veces bajo, dependiendo con quien hablan, pues les digo que sí, que sí hay drogos de este tipo. Pero no son todos. Uno no puede ir por ahí, señalándolos por eso, solo por su pinta, porque se pueden llevar un vare. Y que resulte ese estigmatizado ser un ejemplo de abstinencia o moderación. Y de resistencia.

Al contrario, si alguien pensó que los drogos no visten de terno y corbata, están bastante desubicados de la realidad. Los hay y bastantes. Ocupan importantes puestos de mando, muchos son populares y toman decisiones que pueden afectar a un puñado de gente. A ellos no hay que compadecerlos. Nada de pobrecitos porque cargan una droguería encima suyo. Pobrecitos los que tienen que soportar sus malos ratos o sus excesos.

Entonces podríamos decir que hay dos tipos: los drogos de las calles y los drogos VIP, refinados ellos, cortaditos  el cabello, que ni locos consumirían una bazuca barata porque su olfato es fino y parte de su estatus consiste en jactarse lo mucho que pagan por la buena mercancía que consumen.

A los VIP, se los puedo apostar, nunca se los vapuleará por ser drogos ni en las actuales sabatinas ni en las del futuro. Y está bien que así sea.

Cuando uno señala a alguien como drogo y lo rebaja casi a la condición de un animal  extraviado, debe tener cuidado de no hablar muy alto. Porque puede resultar que en nuestra propia casa haya uno, camuflado, muerto de la vergüenza por ser la oveja droga de la familia. A veces son los hijos, a veces  los hermanos. Tal vez felices en su condición, porque en la vida hay todo tipo de opciones para conseguir instantes de satisfacción.Tal vez hasta ganaron plata, haciendo drogos a otros que no lo eran y los acercaron con su comercio a ese mundo.

El tema pasa por descalificar a alguien, hacerlo polvo, desvalorizarlo, porque ha usado y probablemente, abusado, de su libertad para hacer lo que le venga en gana respecto a sí mismo. Otros, ni eso, porque fueron sometidos y resultan ser víctimas. No es justo. No es un delito. No tiene que rebasar el espacio privado que tiene cada persona o familia para tomar sus propias decisiones.

No hay que olvidar la lucha permanente que tenemos como país para dejar    atrás  las burlas contra la homosexualidad, contra las razas, contra todos quienes pintamos arbitrariamente como diferentes y los sentamos en los asientos de las minorías, como si los hubiésemos contado. Y que un presidente, por su afán de desquite ante una ofensa, haya caído en una fea equivocación al momento de colgar su letrerito de drogo, nos devuelve a nuestro estado normal de prejuicios. Y tanto que nos repiten que estamos avanzando.

* El texto de Marlon Puertas ha sido publicado originalmente en el diario HOY.

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