Los pegaditos

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Resulta hasta penoso ser testigo de escenas desesperadas que protagonizan muchos políticos y políticas, en su afán de ser tomados en cuenta por quien llaman compañero presidente. Ocurre cuando se acercan elecciones. Entonces comienzan a ser más risueños, hablan más con la prensa, no importa que sea la corrupta, y lanzan ramilletes de flores al líder revolucionario que ni los regresa a ver, aplastando las rositas que le caen por montones a su paso, que siempre es apurado.

Resulta hasta cómico ver en las ciudades afiches de quienes se consideran líderes locales, posando pegaditos al lado de Rafael, quien luce desubicado y con la risa congelada, porque el Photoshop a veces no resulta del todo perfecto. Intentan vender el mensaje que allí están, al lado del Mashi que los aprecia, pone una mano en sus hombros y sonríe del puro gusto de estar junto a ellos. Señales inequívocas, pensarán los correístas, de que el pueblo verá esos afiches verdes y les dará su voto, porque apreciará esa cercanía y confianza con el Supremo, como que si lucir juntos en un papel, les transmitirá -aunque sea por misericordia- un poquito de su carisma y magnetismo con las masas.

Resulta triste, en cambio, cuando el compañero presidente les transmite que se hagan a un lado y que no estorben en el camino. Que su voluntad es distinta a los deseos de sus interesados adherentes. Que al reino revolucionario solo entran los escogidos por su dedo sabio y su palabra certera. Y que en ese reino no hay cama para tanta gente.

Estos políticos quieren llegar a ser autoridades -o seguir siéndolo por más tiempo- de ciudades que merecen una suerte digna, que no sea la de tener representantes dispuestos a decir sí a todo lo que disponga el poder, con tal de seguir gozando de su aprobación. No se dan cuenta de que, con su sometimiento, convierten a sus ciudadanos en eternos agradecidos por obras que parecen ser dádivas y no el justo cumplimiento de necesidades atrasadas.

La política, una vez más, deviene en un ejercicio de lealtades y no en la rendición de cuentas. Lo público queda a un lado y termina reducido a unos afectos o desafectos personales, que son los decisivos a la hora de plantear los cuadros que, de seguro piensan ellos, serán los triunfadores.

Porque se sienten ganadores es que son tantos los pegaditos al compañero presidente. Por eso la oposición política que no la tienen fuera de casa, la sufren a diario en sus propios dormitorios, sin saber si los antiguos camaradas están esperando que se duerman los que están en otros cuartos, para poder sacar ventaja y declararse tenedores de la gracia de Rafael. Como que si la voluntad de los votantes ya no importara, como que si en el Ecuador se hubiese instaurado el partido único. Y que las elecciones de febrero sean apenas una simple formalidad.

A todo eso lo llaman democracia y hasta abundancia de cuadros. Pero lo único que hacen es repetir los viejos trucos políticos, en donde lo que importa es explotar la popularidad del caudillo, hasta que le dure. Y que cuando venga otro, también photoshopearse juntos. Bien pegaditos.

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