La oposición quiteña

Pablo Játiva M.
Melbourne, Australia

Es muy sorprendente que a escasos cuatro meses de las elecciones locales, la oposición en la ciudad de Quito no tenga un mínimo esbozo de organización que haga frente al correísmo. Más allá de tantear el terreno electoral y lanzar al vacío nombres de supuestos buenos candidatos, la oposición no ha podido concretar una estrategia para crear en Quito un espacio donde las fuerzas políticas estén más a la par.

Pese al momento turbulento que enfrenta el oficialismo con el revuelo generado por el anuncio de la explotación del Yasuní, las polémicas alrededor del nuevo Código Penal, pero sobretodo, a pesar de la cuestionada gestión de Augusto Barrera, el mejor movimiento que ha podido hacer la oposición en Quito es especular con la candidatura de Esteban Paz, jugada que concluyó con una conmovedora negación de la candidatura en rueda de prensa.

Si bien a nivel nacional no hay duda alguna de la supremacía política del correísmo, como se demostró en febrero de este año, era posible construir desde la representación local una oposición más ordenada y capaz de presentar propuestas novedosas y transformadoras, especialmente en Quito. Ni siquiera se ha hecho el intento. La supuesta oposición inundó la ciudad con vallas donde las sonrisas fingidas son notorias y nada atractivas para el electorado, asiste a radios un par de veces a la semana a despotricar contra el municipio, escribe en doscientos cuarenta caracteres de una red social sobre la caótica movilidad de la ciudad, esas son las débiles acciones políticas que hace la oposición en la capital.

Esta naciente y poco dinámica oposición no ha comprendido lo que significa movilizar electoralmente a una ciudad que posee las características y complejidades de Quito. No ha realizado trabajo de base, en barrios, donde el correísmo tiene su bastión, y al mismo tiempo, ofrece poco a la clase media y alta de la ciudad. Esta oposición demuestra su terror a competir con PAIS al mismo tiempo que desconoce el evidente trabajo que Barrera ha realizado en lo referente a la legalización de barrios, herramienta política que le ayuda a crear fuertes redes clientelares en sectores populares.

Es triste que Quito conozca primero caras, nombres y colores partidistas antes de conocer propuestas sobre el desarrollo de la ciudad. El pobre o nulo planteamiento de esta oposición ayuda a ratificar y fortalecer la política de la tarima y las dádivas, nada distinto, nada esperanzador.

La oposición local cree que con tratar de desprestigiar a Barrera es suficiente, sin embargo, al instante reconoce simpatía por el correísmo. Me refiero por supuesto, a la ambigüedad política de Antonio Ricaurte, pre candidato que, ante las pocas posibilidades de triunfo, comete el grave error de, pese a ser opositor, decir públicamente que simpatiza con el oficialismo, error que caro le va a costar frente a la población opositora de Quito.

Sin embargo Ricaurte realizó al menos un intento de innovar y unir: Hizo un llamado a primarias para plantear una sola candidatura de unidad y aunque ese intento fracasó, lo cura en sano frente a las acusaciones de “chimbador”. Juan Carlos Solines, el otro pre candidato, trata de usar como anzuelo político su cercanía a Guillermo Lasso, olvidando que nadie endosa votos por arte de magia y que CREO tiene su mayor fortaleza en Guayaquil.

La izquierda que se encuentra fuera de Alianza PAIS, si es que ésta existe, ni siquiera ha mostrado interés en las elecciones locales, parece que la vergonzosa derrota sufrida hace ocho meses la traumatizó de tal manera que opta por no participar. Lamentable, porque se supone que es desde la izquierda donde emergen las propuestas incluyentes para la ciudad sobre espacio público, equidad, movilidad alternativa, empleo juvenil, etc. Parece que Alberto Acosta y sus aliados ya han optado definitivamente por la comodidad de la academia sobre la participación política.

Otra posible candidatura, la de Mauricio Rodas, ex candidato presidencial quien alcanzó una votación muy respetable en Quito, pese a ser “novato” en política activa, resulta la opción más interesante, pero sobretodo, la que puede lograr frenar al oficialismo. No solo por ser un gran outsider y porque tiene los números para realizar una buena candidatura, sino porque lograría aglutinar a varios actores de la oposición y de la academia a apoyar su causa. Si Rodas logra tener la mitad de los concejales de la ciudad, y así, poder fiscalizar la gestión del actual alcalde, la oposición tendría uno de sus primeros y más importantes triunfos en 7 años de correísmo. Ojalá no cometa el error de añadir a su lista a políticos de trayectorias desgastadas, los que restarían apoyos en lugar de sumarlos a su candidatura.

La oposición en Quito debería comprender que las elecciones locales tienen un gran peso en el destino del país, no solo por ser el primer nivel de gobierno y porque el éxito en la ejecución de sus políticas públicas afecta directamente la vida de la ciudadanía, sino por la capacidad de crear balances de poder entre oficialismo y oposición. Vale la pena señalar al caso venezolano. En Venezuela la Mesa de la Unidad Democrática hoy en día posee 67 asambleístas opositores y por primera vez ha logrado frenar las pretensiones del oficialismo en el legislativo. Dicha alianza nació de un liderazgo local, el del Gobernador del Estado de Miranda, Capriles Radownski. Es decir, si la oposición demuestra que puede ser más eficiente y distinta en mejorar la vida de los ciudadanos desde lo local, dicha gestión será premiada a nivel nacional al mediano o largo plazo. Esta regla aplica también para Ecuador, ojalá la oposición quiteña lo entienda, y así fortalezca su organización por el bien de nuestra democracia.

@pablo_jativa

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